Doce personas murieron en un atentado suicida con coche bomba este jueves, al día una siguiente de una ola de acciones similares que causó 190 muertos y mina la credibilidad del plan de seguridad instaurado en la capital iraquí.
La explosión del coche bomba provocó el incendio de un camión que transportaba gas y circulaba a proximidad, en una arteria del barrio de Jadriyá, de mayoría chiita, indicaron fuentes de los ministerios del Interior y Defensa.
Se produjo cerca de un puesto de control policial y de las oficinas del ministerio de Interior. Fuera de los 12 muertos (dos policías) hubo 28 heridos, cuatro de ellos policías.
Previamente, las autoridades habían anunciado la muerte de tres personas en ataques con mortero en el sur de la capital iraquí.
Estos nuevos ataques se producen al día siguiente de una ola de atentados con coche bomba que causaron al menos 190 muertos en Bagdad, 140 de los cuales en un mercado de Al Sadriyá, un sector mayoritariamente chiita. Fue el atentado más sangriento registrado en la capital en lo que va del año.
El jueves, unos 200 miembros de familias en duelo intentaban retener su lágrimas y su rabia en la morgue del hospital Imam Ali de Sadr City, en la periferia de Bagdad. Algunos no lograban reconocer los cadáveres carbonizados o descuartizados por la explosión de un coche bomba.
«Dios mío, ¿por qué todo esto?», gritaba un hombre mirando los cuerpos. Otras personas no estaban seguras de que los cuerpos que les mostraban correspondían a sus familiares. «Lo vamos a enterrar incluso si no es nuestro hijo», decía el hermano de Ali Mohammed, muerto en el atentado.
En una avenida cercana al lugar de la explosión, una decena de hombres a menudo de edad se congregaban alrededor de un anciano sentado en el suelo que lloraba por uno de sus hijos muerto en el atentado.
Poco después del ataque, el miércoles, la gente enfadada había comenzado a gritar «Â¡Abajo Maliki! (el primer ministro Nuri al-Maliki) y «Â¿Dónde está el plan de seguridad?».
Lanzado el 14 de febrero, el plan de seguridad de Bagdad prevé el despliegue de 90.000 soldados norteamericanos e iraquíes de aquí al mes de junio para intentar controlar la violencia.
«Lo que ocurrió en Sadriyá y Karrada (dos barrios de mayoría chiita) demuestra que el plan de seguridad no está dirigido contra los que verdaderamente están detrás del terror», estimó el jueves Saleh Hassan Issa Al-Igaili, miembro del grupo parlamentario del líder radical chiita Moqtada Sadr.
«Hay una violación importante del plan de seguridad», declaró el diputado Nasee al-Ani, miembro del Partido islámico iraquí, subrayando que era la tercera vez que el barrio de Sadriyá era víctima de atentados.
Por su parte, el primer ministro chiita había reaccionado el miércoles acusando a los «vampiros takfiri» (extremistas sunitas) de ser responsables del sangriento atentado que recuerda las «masacres y el genocidio cometido por la ex dictadura» del derrocado presidente Saddam Hussein.
De gira por la región, el secretario estadounidense de Defensa, Robert Gates, declaró en Tel Aviv que Estados Unidos está determinado a seguir adelante con el plan de seguridad de Bagdad, a pesar de los atentados.
Un experto de la Brookings Institution interrogado en Washington subrayó que nunca habrá fuerzas de seguridad suficientes para controlar de manera exhaustiva las calles y detectar los explosivos dentro de los vehículos que son utilizados en los atentados suicida.