Distopí­a del cerdo


La actual crisis sanitaria, debido a la expansión mundial de la gripe porcina, no parece real; es real, lo sé, pero más pareciera que fuera el argumento de una novela del tipo apocalí­ptica, una de esas alegorí­as de las distopí­as futuras, imaginadas por Ballard o por Saramago, o bien el mismo Dante en el Infierno.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Para el común de los mortales, incluso en paí­ses como Guatemala -donde hasta anoche no se habí­an confirmados casos de gripe porcina-, este conato de pandemia ha generado una hipocondrí­aca reacción, pero basada en la desinformación. La influenza ha servido, en nuestro paí­s, para invisibilizar el rechazo a su reforma a las comisiones de postulación, entre otros temas. Los polí­ticos han aprovechado la oportunidad para citar a diario al Ministro de Agricultura o de Salud para preguntar que qué se ha hecho para evitar la entrada de la gripe, sin importar que serí­a preferible que los titulares de las carteras no tuvieran que asistir a una engorrosa reunión en el Congreso, para enfocarse en el problema. Otros, en cambio, han criticado a la Cohesión Social como la responsable de la posible entrada de la gripe, debido al enorme gasto que representan sus programas, debilitando otros, como la Dirección de Epidemiologí­a.

Pero la gripe porcina puede ser mucho más que una simple alerta de la OMS. Casualmente, la alerta afectó sobre todo a México, un paí­s de economí­a emergente, que ante el reciente anuncio de recesión de España, se ha convertido en la mayor economí­a de habla hispana. Vuelos, restricciones, importaciones y otras actividades comerciales, se han prohibido desde México. Ello provocará miles de millones de dólares de pérdidas para una economí­a que, aunque esencial, es preferible aislarla. En cambio, Estados Unidos que ha reportado iguales consecuencias, no ha sufrido este bloqueo económico, porque nadie se atreverí­a a hacerlo.

Si un corredor de bolsa tose en Wall Street, simplemente se va a su casa a pasar la gripe. Pero si un granjero de Oaxaca estornuda, la saliva molesta hasta al presidente de Francia y exige a la Unión Europea cerrar los vuelos hacia México.

La fiebre porcina se genera dentro del ganado porcino, ya que éste es capaz de enfermar de la gripe humana, aviar y porcina, y dentro de su organismo puede servir como «coctelera» para engendrar un virus mayor. La influenza no mata a los cerdos, sólo los debilita, pero este cóctel sí­ es capaz de matar a un humano.

Sin embargo, en una ganaderí­a artesanal, la propagación de un virus mortal de estas magnitudes es casi imposible que se genere. Más bien, para que se convierta en pandemia, se necesitan miles de cerdos agrupados en grandes granjas porcí­colas industrializadas, que mantienen a los marranos hacinados sin casi atención personalizada de veterinarios.

Es decir, este virus ha sido creado por la agresiva expansión comercial de grandes transnacionales, que han surgido a la luz de la globalización. Anteriormente, no era extraño que a principios de la primavera en el Hemisferio Norte brotara esta influenza, porque es lo usual, pero nunca se habí­a llegado a niveles de posible pandemia.

Habrá que recordar lo ocurrido hace algunos años con la gripe aviar, en donde las economí­as asiáticas debieron sufrir el sacrificio de millones de aves, a fin de que el virus no llegara hasta la Unión Europea y Estados Unidos.

En dicha ocasión, una empresa farmacéutica suiza lucró con el medicamento llamado Tamiflu, el único capaz de contener ese virus. Pese a que la demanda llevó a vaciar prácticamente sus bodegas, esta farmacéutica bloqueó la posibilidad de que se comercializara por un lapso definido un genérico, lo que llevó al encarecimiento del producto y miles de muertes en Asia.

Según dicen, luego de ser controlada la epidemia de gripe aviar, algunos medios de comunicación continuaron alertando sobre rebrotes del virus, los cuales no eran comprobados, pero sirvieron para mantener el negocio de Tamiflu.

Esta gripe porcina se ha manejado en forma desproporcionada. Más bien parecerí­a una visión apocalí­ptica del fin del capitalismo, pero no hay ningún «fukuyama» que se anime a declarar el fin de la historia. (http://diarioparanoico.blogspot.com)