Distintas perspectivas en Cuba


inter18_1

En Cuba, todo depende del cristal con que se miren las cosas. Para muchos isleños, los días transcurren lentamente, bajo un sol abrasador. Luego de medio siglo de gobierno comunista, el tiempo parece congelado en las fachadas de mansiones coloniales venidas a menos, el cromo de los automóviles de la década de 1950 y un reloj que no funciona en el aeropuerto y no sienten apuro alguno.

inter18_2inter18_3inter18_4

Por PETER ORSI, Associated Press LA HABANA /Agencia AP

Otros dicen que el ritmo de la vida se ha acelerado mucho en los tres años que han pasado desde que el presidente Raúl Castro exhortó a la población a apoyar sus reformas «sin prisa, pero sin pausa». De repente aumentó el tráfico en las calles de La Habana. Hay que cumplir con compromisos, resolver asuntos privados y otras cosas.

«Yo hallo que este año se ha ido más rápido que nunca. Estamos viviendo tiempos acelerados», expresó Antonio Hernández, un empleado de mantenimiento de 57 años. «Uno se levanta por la mañana y… ¡ya estamos en diciembre!».

La sensación de que todo se acelera le recuerda a mucha gente otras épocas. Los años que siguieron a la revolución de 1959 fueron un período sumamente agitado, en el que Fidel Castro y sus rebeldes armados derrocaron a Fulgencio Batista.

En poco tiempo Castro nacionalizó las empresas privadas. El nuevo gobierno comunista movilizó los maestros de toda la nación para poner la educación al alcance de los más pobres y no mucho después declaró que había erradicado el analfabetismo. La fallida invasión de Bahía de Cochinos fue seguida por un embargo económico de Estados Unidos y por la Crisis de los Misiles.

A los cubanos se les garantizó vivienda, comida, atención médica y trabajos sin tomar en cuenta su desempeño. Hubo períodos de auge seguidos por otros de crisis, se fantaseó en torno a la producción azucarera, se lanzaron campañas militares en África y se forjó un fuerte vínculo con todo lo que fuese soviético hasta la desaparición de ese bloque. Acto seguido, la vida casi se detuvo por décadas. La gente se dejó estar. La producción decayó. El tiempo se tornó estático. Los resultados fueron por momentos enloquecedores.

Los cubanos pasaron años en listas de espera para conseguir autos y viviendas, o hicieron cola por horas para comprar alimentos y artículos para el hogar, a veces sin saber si estaban disponibles. Una lluvia era razón suficiente para no ir a trabajar en este país tropical.

A algunos ese ritmo de vida les encantó. No había necesidad de manejar rápido porque no los esperaban en ningún lado. No había apuro por contestar correos electrónicos porque pocos tenían acceso a internet y nadie hubiera dicho que jugar al dominó con amigos un domingo por la tarde era una pérdida de tiempo, ya que era un hábito que cultivaron por 40 años.

El tiempo se detuvo también en la política. En otros países un cambio de gobierno a menudo conlleva una nueva era. Los gobiernos de Ronald Reagan y Barack Obama en Estados Unidos, el de Margaret Thatcher en Inglaterra. En Cuba llevaban n casi 50 años de gobierno comunista dirigido por Fidel Castro y sin la menor perspectiva de cambios.

Lo mismo sucede en el ámbito de las relaciones internacionales. Mientras que Estados Unidos normalizó relaciones con China, Vietnam y Rusia, La Habana y Washington siguen hostigándose.

En Cuba La Revolución es vista como un estado de cosas permanente. La historia es tratada como una noticia en la televisión estatal, que transmite con frecuencia las conmemoraciones de aniversarios de escaramuzas relacionadas con el alzamiento de 1959. La prensa oficial sigue imprimiendo discursos que Fidel Castro pronunció décadas atrás. Recientemente, la nota principal del día fue la recreación hecha por un grupo de jóvenes del viaje de los hermanos Castro de vuelta a Cuba en el yate Granma en 1956, que casi termina en un desastre, pero que a la larga fue el punto de partida de la lucha armada que derrocó a Batista.

El pasado y el futuro se confunden en un momento histórico: la marcha triunfal de Fidel Castro a La Habana en enero de 1959.

Pero para muchos cubanos, la vida se ha acelerado desde que Raúl Castro asumió la Presidencia en 2006, cuando Fidel sufrió un problema intestinal que casi lo mata. Raúl legalizó la compra de computadoras y teléfonos celulares y eliminó las restricciones para que los cubanos ingresen a los hoteles, pero esperó tres años para anunciar cambios más radicales, incluidas formas limitadas de mercado libre capitalista.

Se está facilitando el acceso a internet y la propiedad de computadoras y teléfonos celulares. Los cubanos pueden tener sus propios negocios, comprar y vender casas, abrir pequeñas empresas, contratar trabajadores y viajar al exterior sin tener que someterse a la humillación de pedirle permiso al gobierno.

«Si a ti te hubieran dicho hace seis años que podrías hacer esto, esto y esto y haces una listado de todo lo que ha cambiado en seis años en Cuba, es impresionante», expresó Carlos Alzugaray, veterano diplomático cubano y prominente intelectual.

Para la nueva clase empresarial cubana, no poder asistir a una cita puede conllevar pérdidas. Para sus empleados, llegar tarde puede costarles el trabajo. Algunos aplazan sus vacaciones para administrar sus pequeños negocios. Otros transmiten mayor seguridad al caminar por la acera.

«Ahora ves a algunos cubanos -una minoría, en ciertas partes de la ciudad- que tienen otra actitud», expresó Gregory Biniowsky, un abogado canadiense que vive en Cuba. «Los últimos tres años, de repente sientes que el tiempo se aceleró. Están de apuro, tratando de llegar a algún sitio. Si lo comparas con la Cuba de los años 70 u 80, nadie tenía apuro por llegar a ninguna parte».

Aviel Sanmiguel, gerente de 42 años de Doña Eutimia, un restaurante privado con 18 empleados en la Vieja Habana, dijo que le costó acostumbrarse a la idea de trabajar 15 horas diarias. También le costó despedir a un empleado que no rendía.

«Cuesta muchísimo, hemos estado paternalizados mucho tiempo», expresó. «Ahora sé que me tengo que levantar temprano… Si no hago mi trabajo, se perjudica el cliente y 18 gentes, que son 18 familias y más contando con toda la gente externa que depende, el florero, el que lava manteles».

Los más inquietos, sin embargo, dicen que los cambios llegan demasiado lentos. Sí, pueden viajar y comprar propiedades, pero quieren más: más dinero, más oportunidades, más libertades políticas. El Partido Comunista sigue siendo el único partido de la isla y las autoridades dicen que eso no va a cambiar. La economía sigue débil y los disidentes continúan siendo hostigados y detenidos. Es legal trabajar por tu propia cuenta pelando frutas o como custodio de baños, pero no puedes ser un abogado privado y Cuba sigue siendo el país con menor nivel de acceso a internet y con el servicio más lento del Hemisferio Occidental.

«¿Cambios? ¿Qué cambios? Lo que quiero es irme de aquí porque estoy desesperado», expresó Orlando Rivera, de 28 años, quien dice que no tiene trabajo.

Mientras que Fidel Castro gobernó mayormente por decreto e impulsado por la fuerza de su personalidad, su hermano Raúl es más considerado. Busca el consenso, lo que toma tiempo.

Con un nuevo iPhone en la mano, el diplomático Alzugaray, de 70 años, dijo que le gustaría que los cambios fuesen más rápidos, pero que el ritmo mesurado de Raúl Castro puede arrojar resultados más duraderos. «Tiene un sector conservador del cual no puede prescindir», explicó.

En muchas partes de La Habana el paisaje cambia rápidamente. Hay calles otrora oscuras por las que la gente camina bajo carteles de neón de nuevos bares, restaurantes y habitaciones en alquiler. En el puerto, un viejo muelle fue destruido y pronto abrirá una microdestilería.

En casas y negocios hay cada vez más árboles y coronas de Navidad ya que ese festejo se está popularizando de nuevo en un país que ha sido oficialmente ateo por décadas. Se están viendo numerosos autos último modelo europeos y asiáticos que comparten las calles con vetustos Chevrolet estadounidenses y Lada rusos.

Por mucho que repita la frase «sin prisa pero sin pausa», Castro siente el ruido de las agujas del reloj. Tiene 82 años y, en una muestra de los tiempos cambiantes, dijo que se retirará al completar su mandato en 2018. Apeló ya a la nueva generación al nombrar a Miguel Díaz Canel, de 53 años, como su primer vicepresidente y heredero aparente.

«Quedan un par de granos de arena en el reloj», afirmó Biniowsky, el abogado canadiense. «Y lo sabe. Si quieren preservar su legado y mantener viva la idea de La Revolución como institución, algo que sigue, están en una carrera contra el tiempo».