Discurso de Atitlán


Luis Alfredo Arango

¡MADRE TIERRA!

He venido a repartir ceniza

a donde antaño mi sombra

se juntaba con los cálices

del dí­a.

Discurso de Atitlán

Tengo los ojos anclados en la orilla celeste de Atitlán.

Estoy seguro de haber sido pregonero ?algún pájaro tal

vez? cuando llegaron los teúles.

Parecí­an peces de hojalata recién salidos del mar

Y atormentaban a la gente,

la tasajeaban con el filo de sus armas.

Esta escena se repite, se repite, se repite en mi memoria.

Se repite en otros pueblos, en otras épocas,

en otras circunstancias? Punto menos, punto más

?¡cuatro siglos y medio de lo mismo!

Después he sido jinete por obra de la necesidad

y al trote de un caballo montañés he visto nuestra miseria.

No es divertido escribir cuando se tienen

tantas viejas heridas y nuevas, piel adentro.

Terremoto, huracanes, agresiones, funerales colectivos

y teúles?

Estúpidos amos que mataron y robaron,

Endiosados sobre un charco de sangre y podredumbre.

Esta es la parte que nunca me ha gustado,

la más increí­ble de todas las historias.

Esta la cara que siempre me aterró desde la infancia.

Aterrar es enterrar,

Es llenarle la boca con tierra, las entrañas con tierra,

los tuétanos con tierra al paisano que luchaba

por un poco de pan y dignidad?

No digo pan y libertad porque, la libertad?

¡quien sabe qué será! Nadie sabe dónde pernocta,

con quién se acuesta, a quién le plancha la camisa y le

calienta el catre.

No me gusta estas palabras crudas, pero el poema

va por donde quiere. Cuando la carga es mucha, los rí­os

se salen de su cauce. Nos ha llovido duro y con granizo,

tupido y con granizo y el cielo está pesado y negro.

Tengo los ojos anclados en la orilla de Atitlán?

¡Los tengo llenos de agua!

Nota: Luis Alfredo Arango (Falleció el 3 de noviembre de 2001) es uno de los grandes poetas guatemaltecos de gran reconocimiento internacional. Con unos versos sencillos, su poesí­a trasciende el ámbito celestial de la sensibilidad humana. (Hugo Madrigal)