Mientras más se repara en la legislación aprobada en el estado de Arizona para combatir la inmigración ilegal, más contundente es la prueba de que se basa en profundos sentimientos de discriminación racial porque nunca, en ningún lugar de los Estados Unidos, se había adoptado una norma tan cruel en contra de inmigrantes de muchos sitios del mundo que a lo largo de la historia norteamericana han enriquecido la cultura e impulsado la prosperidad económica.
El aporte de los inmigrantes en Estados Unidos es invaluable y así lo reconocen los textos de historia que alaban sucesivas oleadas de extranjeros que, en busca de fortuna, abandonaron sus países de origen para radicarse en Norteamérica. Las sucesivas inmigraciones de ingleses, irlandeses, escoceses, italianos, alemanes y nativos de otros países de Europa, además de las posteriores que provinieron de Asia y de América Latina, se acrisolaron en un sistema de tolerancia y oportunidades que al final se tradujo en ese modelo social que ha inspirado lo que aún se conoce como el sueño americano. Ciertamente hubo épocas en las que los inmigrantes de Europa tenían que sufrir vejámenes al llegar a Nueva York en donde eran puestos en cuarentena en Ellis Island, pero nunca antes de ahora se había implementado una ley en la materia que tuviera la carga de racismo que muestra la de Arizona. De hecho, la norma faculta a las autoridades para tratar como sospechosos y delincuentes a todos lo que tengan rasgos de lo que ellos llaman «hispanos». Y como declaran punible hasta el transporte de esas personas, seguramente que los mismos inmigrantes legales que viven en el estado se verán en problemas porque los transportistas y los empleadores no querrán arriesgarse transportando o contratando a quienes tengan esa apariencia física que se convierte en estigma por obra y gracia de una ley. El país que luchó tan duramente a mediados del siglo pasado por superar la discriminación contra los negros y que en jornadas célebres logró impulsar la vigencia de los derechos civiles, ahora tiene frente a sí un reto enorme porque una legislatura estatal mandó por un tubo esas gestas heroicas en busca de la igualdad racial y devuelve las cosas al estado que tenían cuando el color de la piel impedía a seres humanos vivir con dignidad. Los vejámenes que sufrió la población afroamericana, que no inmigró voluntariamente sino que fueron llevados como esclavos a realizar los trabajos más duros, se recuerdan hoy con una inmigración que es estigmatizada en el país de los inmigrantes, demostrando así el profundo sentimiento de discriminación racial que priva en contra de los nativos de América Latina.