¡BASTA, la violencia NO puede dominarnos! En una sociedad como la nuestra, todos los días estamos expuestos a una acción violenta, desobediencia de una regla, desprecio y a veces agresión hacia la autoridad. Ese vivir de todos los días tiene un impacto negativo en las actitudes y en la formación de los niños, en su crecimiento balanceado, tanto en la familia como en la escuela. Cuando se trabaja con las masas, es indispensable que exista disciplina. Desde los años sesenta, el movimiento «hippy» pregonaba la libertad para la mayor parte de sus miembros sin asumir responsabilidad por sus acciones, «flower child». Esa libertad en poco tiempo se convirtió en libertinaje. Ahora, cuarenta y cinco años después y con muchos cambios en la sociedad, está arraigada la modalidad de ser libres (nadie me dice qué hacer), tener poca estructura y no seguir reglas. Muchos hablan de derechos, pero muy pocos dicen que hay responsabilidades obligadas a esa libertad. El ejemplo más notorio es cuando un padre de familia pasa un semáforo en rojo. ¿Qué enseñanza está dando a sus hijos? Diariamente se ve que personas con carros en un parqueo no hacen caso a los guardianes que tratan de mantener orden y fluidez en las entradas y salidas de los predios. El pago de impuestos, en muchos casos, no se cumple. Hecha la ley, hecha la trampa, dice el dicho. De nuevo, los niños ven eso y van aprendiendo «como actuar» en la sociedad. El mensaje es «no es necesario obedecer las reglas», en consecuencia, cuando esta conducta se generaliza, se produce el caos en la sociedad. Para relacionarse con otras personas, uno mismo tiene que tener disciplina en su vida, disciplina que marca los límites de su espacio para no infringir el espacio de los otros. La vida y el crecimiento personal requieren esa disciplina y el respeto por otros para asegurar una convivencia social armónica. Pero, si no se dan esos elementos y se hace algo en contra, es absolutamente indispensable que haya una consecuencia. Para tener una base sólida en la sociedad futura y con las actitudes correctas, es necesario iniciar la formación en la familia y reforzarlas en la escuela. En muchos casos será la escuela el único lugar que les proporcione una educación de esta índole. Las autoridades han perdido su credibilidad porque no exigen el cumplimiento de las leyes y por ende no hay consecuencias. Sin embargo, si viajan a Estados Unidos, obedecen los semáforos, no matan, no rompen las leyes, hay disciplina personal para cumplir con ellas, inclusive hacen cola si es necesario porque saben que habrá una consecuencia inmediata si no obedecen. La disciplina de los padres de familia y de los docentes, enseña a los niños cómo comportarse a lo largo de su vida, cuando ya son grandes y están trabajando, tienen una familia y pertenecen a un «club» o simplemente en su relación con otras personas en la sociedad en la que se mueven. Sin embargo, la actuación de las autoridades en las escuelas, muchas veces, es de «Laisse faire», no meterse porque «puede ser peligroso» y por lo tanto, los alumnos no respetan a esa autoridad. La «disciplina» y su aplicación en la escuela es muy diferente ahora a la de hace cuarenta y cinco años. En aquel entonces, en Estados Unidos, la disciplina era más física, si el alumno no hacía lo que debería hacer después de un par de advertencias, especialmente en escuelas a las que asistían jóvenes de áreas marginales. Desde luego, la Pedagogía de ese entonces estaba centrada en el maestro mientras que los alumnos tenían que sentarse en filas, quietos y anotar el contenido que el maestro presentaba oralmente la mayor parte del tiempo. Esta disciplina causaba pasividad y no participar activamente en la clase. «No hable a menos de que se hable». La disciplina característica de la escuela, era reforzada y aumentada en casa. Así se manifestaba el apoyo de los padres de familia a los maestros. Actualmente hay otra actitud en cuanto a disciplina en el aula. Si los puntos anteriores están vigentes en el aula, es muy probable que los alumnos presenten aburrimiento, problemas disciplinarios, no tengan deseos de aprender y por lo tanto pierdan el grado hasta que llegue el momento de «desertar», abandonar la escuela. Las razones son que no encuentran interesante lo que pasa en la escuela, ni relevante, ni significante y entonces es mejor pasar el tiempo «fregando la pita». No puedo poner toda la culpa en los hombros de los alumnos. Para mantener una clase con disciplina, los maestros tienen que dedicar un buen rato a su planificación para realizar los tres elementos mencionados anteriormente y que generan la participación activa e interactiva de los alumnos. Ya no más una disciplina férrea, impuesta; hoy día hay nuevos mecanismos pero siempre con el propósito de un buen manejo de los alumnos en el aula. En vez de castigar, hay que ayudar a los alumnos para que aprendan sus responsabilidades, ejerciten sus obligaciones mediante acciones correctas hacia sus compañeros y adultos en su entorno. Recordemos, la palabra convence, el ejemplo arrastra.