Directora de la PNC, una mujer de acción como pocas


Durante los gobiernos de los últimos cuatrienios ha sido muy frecuente el cambio de quienes han asumido las funciones de la Policí­a uniformada, creada, como es sabido, para garantizar el orden social y la seguridad de los habitantes y sus bienes.

Marco Tulio Trejo Paiz

A lo largo del decenio revolucionario-democrático iniciado el 20 de octubre de 1944 para ser derrotado en 1954 pero no vencido, como suelen decir todaví­a algunos mí­lites de aquel perí­odo, la institución policial ostentó el nombre de Guardia Civil, luego los nuevos gobernantes la bautizaron con el nombre de Policí­a Nacional y, en la actualidad, se llama Policí­a Nacional Civil.

Al presente, la titular de la PNC es Marlene Blanco Lapola (a este apellido le poní­a acento ortográfico en la segunda «a» un ex funcionario público) ¡Cuestión de gustos, se dirá!

Muchos ciudadanos y ciudadanas con quienes charlamos, casi por lo general tienen buen concepto de la actuación de la Directora de la Policí­a Nacional Civil (la PNC). Se le reconoce una acción positiva, eficiente, en el combate a la violencia atribuida al crimen organizado y al narcotráfico.

En los altos cí­rculos oficiales se afirma que se ha hecho frente con decisión, dinamismo y buenos resultados, a esa grave situación que mantiene amenazada, en constante zozobra y aterrorizada a la población. Empero, a ratos empeora la violencia criminal y a ratos, también, se considera que se atenúa como consecuencia de las medidas eficaces de la autoridad policial, con el apoyo de contingentes militares.

No hace mucho tiempo, los asaltos con ocasión de robo, los secuestros con propósitos de extorsión y los asesinatos en las calles, en otros sitios, incluso en los domicilios, eran numerosos y todaví­a se suceden a diario algunos que, a pesar de las investigaciones y de la persecución, los pí­caros se fugan frescos y campantes para seguir en sus trece, y así­ sus «hazañas» quedan en tinieblas, en plena impunidad.

Y es que es incuestionable que, lamentablemente, se ha producido una bancarrota de valores morales, éticos y culturales y sociales en general. Muchos jóvenes, niños y adultos (hombres y mujeres) hundieron como en charcas inmundas esos valores desde los hogares paternos. Y, conductualmente les será punto menos que imposible rectificar.

La mencionada funcionaria policial es una mujer de acción como pocas. La señora Torrebiarte, asimismo, hizo buen papel, en la PNC, pero no logró mayores éxitos, quizá porque no tení­a la experiencia y los conocimientos de Marlene Blanco Lapola, quien, según las referencias que nos han dado colegas y amigos que la conocen, se las sabe todas. Comenzó desde abajo y se graduó con magní­ficas notas de carácter académico para prestar sus meritorios servicios en cualquier cargo de alto rango. De manera que conoce las técnicas policiales como para proceder como está procediendo en cuanto a dar en todo lo que es, humanamente posible, las garantí­as de seguridad personal y patrimonial que el pueblo está demandando a gritos.

Claro está, no es tarea fácil, ni para civiles ni para militares frenar de la noche a la mañana, como quien dice, el estado de anarquí­a social imperante, Ni un Ubico, ni cualquier otro personaje de agallas podrí­a ser capaz de restituir el ambiente de tranquilidad y seguridad de tiempos idos, cuando no habí­a más de 3 o 4 millones de habitantes en el paí­s.

Los moradores capitalinos no pasaban de alrededor de 300 mil. Habí­a orden, un orden de sayones y un silencio sepulcral. Ni más ni menos, se entronizaba la dictadura con su férreo complemento tiránico. Entonces no se podí­a ni siquiera hablar de polí­tica, de sindicalismo, de libertad y demás derechos humanos. Era como vivir muriendo. El Gran Jefe de turno era el todopoderoso. ¡Todo un sátrapa endiosado por el servilismo!

Es deseable que siga adelante en su dura tarea de dar seguridad a los habitantes de nuestro paí­s y a su patrimonio, con acciones inteligentes y enérgicas de acuerdo con la ley, Marlene Blanco Lapola, titular de la dirección general de la Policí­a Nacional Civil, cuyos miembros de todas las jerarquí­as deben demostrar no sólo eficiencia, sino, además, honradez para restituir la confianza de un pueblo que asiste a todo un drama a nivel nacional por las atrocidades de tantos asaltantes, secuestradores, extorsionistas, sátiros y delincuentes empedernidos con alma de fieras de todo pelaje.