Dios, ¿esto está bien?


Peter Isely, John Pilmaier y Barbara Blaine, todos de la organización EE.UU. SNAP (Red de Sobrevivientes de Abusos de Sacerdotes) sostienen una imagen del Papa Benedicto XVI, en una manifestación contra el abuso sexual infantil en frente de la Plaza de San Pedro en el Vaticano.AFP PHOTO / STR

Unas veces sucedí­a durante la confesión. Otras en horas de la noche, en los dormitorios. El padre Murphy llegaba, les masturbaba y se marchaba. Con 13 años, Arthur Budzinski se escondí­a bajo su cama llorando, temeroso del siguiente asalto e incapaz de pedir ayuda.

Redacción La Hora
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El infierno de abusos sexuales en el que viví­a a manos del cura al que su familia confió su educación no podí­a relatárselo a sus padres, que desconocí­an el lenguaje de signos. Budzinski era sordo e incapaz de hablar. Años después de los abusos sexuales que marcaron su vida para siempre, Budzinski, hoy pasados los 60, pudo relatar las vejaciones a las que fue sometido. Lo hizo con las manos, con el lenguaje que le enseñó su verdugo.

Un nuevo caso de pederastia sacude a la Iglesia de Roma, quien echó tierra sobre cerca de un cuarto de siglo de acosos. Más de 200 niños sordos fueron sometidos a abusos entre 1950 y 1974 por el padre Lawrence Murphy, quien impartí­a clases en la renombrada escuela para discapacitados auditivos de Saint John, en Milwaukee (Wisconsin) -colegio que cerró sus puertas en 1983 por razones económicas-. Ayer, el diario The New York Times llevaba a su primera página el caso y aseguraba que el Vaticano no castigó al cura acusado de abusar de los menores -a pesar de tener conocimiento de los hechos- «porque estaba muy enfermo».

Los hechos eran así­ un dí­a cualquiera. «Me encontraba en la cancha jugando al baloncesto y los chicos vení­an y me decí­an: «El padre Murphy quiere verte», explicó James Smith, cuando ya de adulto pudo enfrentar sus demonios. «Intentaba no ir, escaparme, pero finalmente el padre me arrastraba a su oficina y abusaba de mí­», contó Smith. «Una vez más», puntualizó. «Nunca se lo dije a nadie», declaró una de las muchas ví­ctimas de Murphy. «Pensé que estaba solo». No le faltaba razón.

Porque no sólo las autoridades vaticanas fracasaron a la hora de hacer justicia. En el caso de pederastia de la Iglesia de Milwaukee que ahora salpica al Vaticano también la justicia ordinaria ignoró por completo las denuncias de las ví­ctimas durante demasiado tiempo. Tres sucesivos arzobispos de Wisconsin supieron que el padre Murphy abusaba de los niños de Saint John, pero nunca lo reportaron a las autoridades civiles, según el Times, que ha obtenido todos los documentos para escribir su artí­culo de los abogados Jeff Anderson y Mike Finnegan, letrados de cinco de las ví­ctimas del sacerdote católico que han demandado a la Archidiócesis de Milwaukee. Ni la policí­a, ni la fiscalí­a. Nadie. Nadie, hizo nada.

La ronda nocturna del sacerdote a veces incluí­a el abuso de más de un niño en sus camas. «Casi nunca decí­a nada», relató Steve Geier, sobre quien los abusos comenzaron cuando tení­a siete años. A veces, cuando otros pequeños veí­an cómo el reverendo abusaba de sus compañeros, se tapaban la cabeza con las mantas, se abrazaban y sollozaban juntos. «Murphy era muy fuerte y poderoso», recordó Geier para el periódico local Milwaukee Journal Sentinel en 2006. «No podí­as escapar. Era como estar en una prisión», declaró en la entrevista. «Me sentí­a muy confundido, el padre Murphy me manoseaba y yo preguntaba: «Dios, ¿esto está bien?».

El padre Murphy nunca fue castigado. Arrepentido de sus pecados -admitió haber abusado de al menos 30 chicos, según una trabajadora social que le dio apoyo psicológico-, fue trasladado discretamente en 1974 a una diócesis al norte del Estado. Allí­ pasó sus últimos 24 años de vida. Rodeado de niños en las parroquias, en los colegios y en un centro de detención juvenil donde predicaba.

Murphy murió en 1998 a los 72 años y fue enterrado con su hábito de cura. Su familia desoyó las instrucciones del arzobispado de Milwaukee de que su funeral fuera pequeño y que el féretro se mantuviera cerrado. Cuanto menos se hablara del caso, mejor. Para muchos, el padre Murphy era casi un santo. Un hombre dotado para entender a los sordos, comunicarse con ellos a través de su particular lenguaje y con grandes dotes para recaudar fondos para su causa. Sólo los abusados sabí­an lo que sucedí­a cuando el reverendo de cara redonda los hací­a llamar a su despacho; o los toqueteaba en su coche; o en la casa de campo de su madre. Existe una fotografí­a de 1960 de 11 chicos ataviados con sus uniformes de baloncesto. En el margen izquierdo de la instantánea, el padre Murphy, vestido con su sotana, sostiene la pelota junto a sus muchachos. Al menos cinco de esos jóvenes han admitido que fueron abusados por su confesor y preceptor. Al menos.

CRONOLOGíA Murphy


– Ordenación. En mayo de 1950, Lawrence C. Murphy es ordenado sacerdote. Su primer destino es el de capellán en la escuela St. John para niños sordos. Las quejas de los alumnos empiezan a llegar a la dirección.

– Ascenso. El 1 de enero de 1963, el cura es ascendido a director del colegio.

– Quejas públicas. El caso de los abusos se hace público por primera vez en 1974. Un grupo de antiguos alumnos pega carteles en la catedral de Milwaukee con la leyenda de «Se busca».

– Traslado. El 12 de septiembre de 1974 el sacerdote se traslada a vivir con su familia. El motivo oficial es «baja por enfermedad». Nunca volvió al colegio de sordos.

– Investigación. El 12 de diciembre de 1993, una experta en desórdenes de conducta contratada por la archidiócesis de Milwaukee estudia la personalidad de Murphy.

– Denuncia. Cuatro dí­as después, la experta escribe al obispo de Milwaukee diciéndole que Murphy ha admitido abusos a 19 chicos del colegio de sordos.

– Notificación a Ratzinger. El 17 de julio de 1996, el arzobispo de Milwaukee informa a la Congregación para la Doctrina de la Fe (dirigida por Ratzinger), de que hay dos casos de sacerdotes en su diócesis que deberí­an ser juzgados. Siguen varias notificaciones, hasta que el 9 de abril de 1997 se informa directamente a la oficina personal de Ratzinger. í‰ste no hace nada.

– Fallecimiento. El 21 de agosto de 1998 muere Murphy.

VATICANO Desmienten acusaciones


El Vaticano desmintió hoy las informaciones publicadas por el diario estadounidense New York Times, que sostienen que el cardenal Joseph Ratzinger, actual Papa, estaba informado del traslado del sacerdote pedófilo que alojó en 1980 en su diócesis.

Según el diario New York Times, en enero de 1980, el entonces cardenal Ratzinger, futuro papa Benedicto XVI, cuando ejercí­a como arzobispo de Munich (Alemania), encabezó la reunión durante la cual fue autorizado el traslado de Essen a Munich del padre Peter Hullermann, acusado de pedofilia.

El futuro Papa recibió también dí­as después una nota en la que se le informaba que el religioso retomaba el servicio pastoral pese a que tení­a que someterse a una terapia.

En 1986, el cura fue declarado culpable de abusos sexuales a menores en otra parroquia de la región y cometidos después de su traslado a Munich.

«El artí­culo del New York Times no contiene informaciones nuevas. El arzobispado (de Munich, ndr) confirma que el entonces arzobispo (Joseph Ratzinger, ndr) no estaba al tanto de la decisión de reintegrar al sacerdote H. en las actividades pastorales de la parroquia», sostiene en un comunicado del Vaticano.

«Se rechazan todas las demás versiones como resultado de especulaciones», sostiene la nota oficial del portavoz del Vaticano, padre Federico Lombari.

El Vaticano recordó además que el vicario general de entonces, monseñor Gerhard Gruber, asumió la «plena responsabilidad» de los decisiones «equivocadas» tomadas en ese época, concluye el comunicado.

«El caso es interesante porque ilustra que el cardenal Ratzinger podí­a decidir si perseguir o no al religioso o por lo menos alejarlo de los niños», comentó el diario.

El New York Times empezó a revelar hace dos dí­as una serie documentos incómodos sobre el Vaticano, al que acusó la ví­spera de haber encubierto a un padre estadounidense acusado de haber abusado sexualmente de unos 200 menores sordos de la región de Wisconsin (norte de Estados Unidos).