Dimes y diretes que no devuelven confianza


Hoy los socios del Banco de Comercio publicaron un campo pagado en el que contradicen las explicaciones que dieron autoridades monetarias sobre la crisis de esa entidad financiera. Cronológicamente, primero se dijo que los mismos socios y ejecutivos del banco habí­an pedido el cierre de operaciones y se habló de retiros considerables de depósitos, pero luego la Superintendencia de Bancos dijo que se habí­a dado un desmedido otorgamiento de créditos en pocos dí­as, la mayorí­a de ellos préstamos a empresas vinculadas con los socios, y ahora éstos niegan tal extremo y ratifican que todo es producto, en resumidas cuentas, de la crisis de confianza en las instituciones financieras.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Yo he dicho que la conjugación de diversos factores ha minado la confianza en el sistema financiero y ayer la publicación de una encuesta lo corrobora en forma alarmante. Las autoridades insisten en que no hay crisis y que se trata de hechos aislados, pero la percepción ciudadana va por otro lado y si no la quieren encarar, seguramente que van a tener dificultades en el corto plazo porque este es momento de hablar con absoluta claridad y contundencia pero, sobre todo, momento de sentar precedentes en los que se haga ver que ninguna entidad bancaria puede jugar o hacer manejos impropios con el dinero de los clientes.

Cuando en Estados Unidos se conoció que varias empresas iban a la quiebra tras haber engañado al público con la publicación de estados financieros alterados, como en el caso de Enron, la crisis de confianza afectó a todo el sistema de la bolsa de valores porque era evidente que no existí­a suficiente control y que la palabra, antes sumamente valorada, de los auditores independientes habí­a sido comprometida por empresas como Arthur Anderesen, que avalaron verdaderos trinquetes.

Pero llama la atención cómo el sistema entendió la raí­z de la crisis y aplicó medidas correctivas para devolver confianza a los inversionistas que colocan su dinero en acciones de empresas que se cotizan públicamente en la bolsa de valores. Sin ese nivel de confianza, todas las empresas corrí­an riesgo de perder inversionistas y por ello fue que se procedió legalmente en contra de los ejecutivos de aquellas que defraudaron a la gente.

En Guatemala no existirá confianza en el sistema financiero mientras una de las caracterí­sticas de cualquier quiebra sea la más absoluta impunidad, alentada irresponsablemente por el hecho de que para evitar más temores y para aplacar las inquietudes públicas, se termina socializando la pérdida y se hace que entre todos los guatemaltecos paguemos los malos manejos, que pueden o no ser delictivos pero que de todos modos son malos manejos, de ejecutivos del sistema bancario.

No puede seguir ocurriendo que cualquier socio de algún banco haga uso del dinero de los ahorrantes para otorgarse créditos de dudosa recuperación o hacerlo a favor de sus empresas y que luego, cuando las cosas revientan, la simple, sencilla y mágica solución es echar mano de fondos públicos o de créditos que hemos de pagar entre todos, para cubrir el hoyo abierto por esas operaciones.

Si un banco hace malas inversiones, como las de la Bolsa Rusa o la de Refco, hay responsabilidad de quienes dirigen las instituciones porque están manejando dinero ajeno. Si en cualquier empresa los socios pierden por descuido o por tonterí­a, es su problema porque pierden su dinero, pero los bancos pierden dinero ajeno y eso no puede quedar en la impunidad.

Por ello pienso que los dimes y diretes no devuelven la confianza y que hace falta deducir seriamente responsabilidades a unos y otros para que la gente vuelva a creer.