Dignidad y sinceridad


La dignidad de un ser se mide por la impresión exterior que da. Hay dignidad en el esfuerzo y la asiduidad; en la serenidad y la discreción. Hay dignidad en la observación de las reglas y en la rectitud.


También hay dignidad para apretar los dientes y mantener los ojos abiertos: todas estas actitudes son visibles desde el exterior. Lo que es capital es actuar siempre con dignidad y sinceridad.

Kazuma Nakano ha dicho: «Es un signo de mezquindad y falta de gusto utilizar un juego de tazas ya gastado para la ceremonia del té». Los utensilios nuevos son más convenientes. Algunas personas pueden pensar que más vale emplear utensilios ya gastados debido al carácter de su origen. Estas dos concepciones son igualmente erróneas. Los objetos antiguos han sido empleados por personas, ciertamente modestas, por su gran antigí¼edad les confiere una cierta nobleza. Los utensilios viejos han dado prueba de su calidad en las manos de gente de alto rango. Es por haber sido detentadas y usadas por su propietario que ha acrecentado su poder.

Fundamentalmente un hombre que ha descollado del montón, sólo ha podido hacerlo debido a que poseí­a más habilidad y mérito que los que están colocados inicialmente en un escalón elevado. Por ello debemos siempre testimoniarles un mayor respeto.

Un hombre valeroso debe permanecer impávido y jamás dar la impresión de estar desbordado. Sólo las personas insignificantes, cuyo carácter se revela agresivo, buscan la fama a cualquier precio y chocan con todos los que frecuentan.

En un debate o una discusión algunas veces hay que saber perder de pronto para hacerlo con elegancia. Del mismo modo, si en la lucha Sumo, para ganar a cualquier precio, uno se pone a hacer trampas, se vuelve peor que un vencido y es, al mismo tiempo, derrotado y carente de elegancia.

(Tomado del libro del Samurai- Hagakune. Trascripción de Hugo Madrigal).