A donde dirijamos la mirada nos encontramos en un callejón sin salida. El país pasa por circunstancias difíciles y apremiantes que hacen la vida desesperante. Sólo una varita mágica lo resuelve todo; amerita redoblar esfuerzos y voluntades en aras de salir con fe y confianza de este atolladero tremendo, es la verdad.
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De golpe sobrevino tan dura situación en los diversos aspectos de la vida cotidiana y ello complica sin duda alguna el caso color de hormiga. Nos hemos vuelto más vulnerables y propensos a perder el ánimo, al ser víctimas de dichas andanadas, tipo TNT. Ajenos a exagerar tales ajetreos estamos mal, muy mal.
La soga del petróleo es el peor latigazo sobre las dolidas espaldas y exhaustos bolsillos de la población. Frente a la descomunal escalada que presentan los combustibles, el inveterado tema del transporte llega al máximo, en desmedro o desmadre general, en estos aciagos momentos semejantes a un nudo ciego.
A propósito del transporte urbano, los sectores inmersos, con miras a una justicia salomónica, tras reuniones en el marco de siempre, apuntan de fijo. Criterios acaso ya en sintonía abierta, optan por que los usuarios utilicen tarjetas prepago, sin embargo, proseguirán recibiendo más el subsidio estatal.
Como una cosa trae otra, en el acto y con una fuerza gigantesca el precio de la canasta básica quita el resuello y también el sueño, en la inútil espera que medidas de buen gobierno encuentren salida airosa. Empero vemos aún en los cuernos de la luna alguna disposición por el momento que sea favorable al respecto.
El tópico de actualidad viene a ser el tiro de gracia a la de suya agobiante economía familiar. Se atraviesa desde hace ratos por un régimen de subsistencia, extensivo cada vez más y más. Las alzas siempre muestran su ingrato proceder y en circunstancias como la presente muestran el colmillo envolvente a más y mejor.
En el interminable panorama sombrío, el sector eléctrico se suma al penoso drama que amuela al colectivo nacional. A consecuencia que su generación es a base de combustibles, se empeora más el asunto, el elevarse hasta las nubes los precios. Ello obliga a economizar el uso, aunque tal cosa es pedir peras al olmo.
Como si lo anterior fuese poco, nadie ignora que la delincuencia e inseguridad no ceden ni un ápice. Motivo por el cual nuestro país atraviesa crítica y peliaguda situación. En síntesis las convulsiones sociales empeoran a zancadas.
Sin desestimar incluso cuánto afectan la imagen internacional nuestra la inseguridad que se opone en dos líneas: a inversiones empresariales anheladas, y ahuyentan el flujo turístico, factor de incalculables beneficios y marco de progreso y el natural atractivo en el presente.
Los problemas derivados de protestas por la minería a cielo abierto no se duermen en las cenizas, puesto que cobran acciones en el interior. Lo mismo las referidas a conflictos agrarios, a menudo gozan de fuerte protagonismo. Total, en conjunto la problemática constituye una brasa.
El gobierno de Colom ni siquiera tuvo tregua de parte de gobernados durante los 100 días. El lema de «Tiempos de solidaridad» debe tener buen acomodo, siempre y cuando mediante un diálogo nacional se consiga mutuo entendimiento y múltiples acuerdos después de las deliberaciones que amerita el caso.