Si portás armas, pero no estás obligado a tener licencia, existen dos opciones: 1) o te dicen «el Smiley» y el Ministro de Gobernación se encarga de ensalzarte y conducirte, de la mano, al salón de la fama del crimen organizado, a pesar de que tus fuerzas te den sólo para organizar unos cuantos desempleados; 2) o bien, sos diputado o funcionario, y podés echar bala a cualquiera que no te dé vía en el tráfico o que te haga una mala cara, de todas formas, tenés impunidad…, digo, inmunidad que te proteja.
mcordero@lahora.com.gt
Si por alguna razón, tenés que utilizar la vía pública para una actividad, tenés dos opciones: 1) o sos investigador del Ministerio Público -y tras una balacera- y tenés que cerrar la calle para que el pueblo diga: «INVESTIGAN», aunque en realidad te pongás a contar las hormigas del suelo, porque, de que recabés datos para meter preso al responsable, de eso ¡NARANJAS!; 2) o bien salís a protestar por tus derechos, porque el Presidente dijo que iba a gobernar con rostro indígena… en ese caso, la opinión pública no dirá que tenés derecho a manifestarte, sino que estás bloqueando el tráfico y que es ilegal tu queja.
Si llegás tarde a tu trabajo, tenés dos opciones: 1) o sos un trabajador común y corriente, y te despiden si más ni más, y sin derecho a recriminar, porque es una causa justificada; 2) o bien, sos diputado, y podés llegar a la hora que querás -si es que te dan ganas-, porque si no, te podés quedar en tu casita, argumentando que estás haciendo trabajo como legislador distrital.
Si por alguna razón, caés en las garras -con uñas encarnadas- de la justicia, tenés dos opciones: 1) o sos un ex funcionario, hijo de diputado y ex jefe de facto, y con sólo pasar unas cuantas horas en la cárcel, te podés ir al día siguiente a tu casa, con tu conciencia tranquila de que ya no le debés nada a la justicia, mientras que los millones que te acusan haberte robado, sigan ganando intereses en los bancos del sistema; 2) o bien, te llamás Ramiro Choc, y no te dan oportunidad de defenderte, y te vas, irremediablemente, condenado a la cárcel.
Si fallás a tus obligaciones como trabajador, podés esperar dos cosas: 1) que te despidan -nuevamente- con causa justificada; 2) o esperar que se termine tu mandato como magistrado de la Corte Suprema de Justicia sin necesidad de, siquiera, escoger a tu jefe, y esperar a que te den una onerosa indemnización por el trabajo que no hiciste.
Si cuando llegas a un chance nuevo, a través de una plaza de oposición, y a catorce meses de trabajo no has podido implementar el plan que presentaste, podés tener dos opciones: 1) que te despidan, mientras tu jefe empiece a recitar en voz alta que ¡qué habrá pensado cuando te contrató!, y que por favor te retirés antes de tiempo, para no seguir perdiéndolo, 2) o bien, hacerte de la vista gorda, y echarle la culpa a los dos trabajadores anteriores a que vos llegarás.
Y si te surge alguna duda con estos casos, recuérdate de aquel viejo y conocido refrán: «Nada es verdad, nada es mentira, todo es según el cristal con que se mira».