El primer ministro británico Tony Blair festeja el 2 de mayo una década en el poder, un aniversario que preveía celebrar a lo grande antes de anunciar su partida, pero al que llega con sus niveles de popularidad por los suelos.
Cuando se acerca el momento de la salida de Blair del número 10 de Downing Street sondeos revelan que los británicos rechazan cada vez más al hombre que hace diez años los llenó de optimismo, de entusiasmo y fe en el futuro.
Tras su década en el poder, al que llegó cuando tenía sólo 43 años, el apoyo popular a su Partido Laborista ha caído a su nivel más bajo en casi un cuarto de siglo.
Y ello pese el buen desempeño de la economía británica, en comparación con el resto de las naciones europeas.
Según una reciente encuesta del diario The Independent, los laboristas tienen un 27% de respaldo, cuatro puntos menos que lo registrado en una consulta similar efectuada hace un mes. Este es el índice de popularidad más bajo registrado por el partido de Blair desde 1983.
Mientras, la oposición ha ganado puntos: los conservadores cuentan ahora con un 36% de respaldo y los liberal-demócratas tienen un 22% de adhesión, según la encuesta.
Y el regalo del décimo aniversario de Blair en el poder podría ser amargo, ya que al día siguiente, el 3 de mayo, se celebran importantes elecciones regionales en Inglaterra, Escocia y Gales, en las que se prevé que los votantes lo castigarán a él y a su partido.
Sólo un 29% de los británicos tiene la intención de votar laborista en esas elecciones, indicó un sondeo del diario The Times.
La encuesta vaticina que los votantes utilizarán esa consulta para rechazar la política de Blair, en especial su decisión de unirse a Estados Unidos para invadir Irak, en marzo del 2003, en contra de la opinión de la mayor parte de los británicos.
Al malestar de la opinión pública se suma el de un sector del Laborismo, que oculta cada vez menos su profundo desencanto con Blair, considerando que su imagen alicaída –principalmente por su estrecha alianza con George W. Bush en Irak y por escándalos de corrupción–, les resta posibilidades de obtener un nuevo mandato.
Blair es el primer ministro británico en la historia que ha debido declarar en un caso criminal.
El gobernante prestó declaraciones dos veces como testigo en el escándalo de la «venta» de títulos y honores a cambio de donaciones o préstamos a su partido, escándalo que ha sido investigado por Scotland Yard y que está ahora en manos de la fiscalía.
Y aunque se sigue esperando aún la fecha exacta de su retirada –que Blair anunció en septiembre pasado, y que se prevé tendrá lugar hacia el 7 u 8 de mayo– este clima de desencanto y rechazo echa por tierra sus planes de irse triunfalmente, por la puerta grande.
Esos planes fueron conocidos en octubre pasado, cuando un memorándum secreto de Downing Street, que decía que Blair «debía partir como una estrella, a la que el público ruega por más», fue filtrado a la prensa.
Preocupado más que nunca por su lugar en la historia, Blair insiste en los logros económicos de su gobierno, en el acuerdo de paz en Irlanda de Norte, en la baja de la tasa de criminalidad, en las reformas de los servicios públicos, principalmente en los campos de salud y educación.
Y comentaristas políticos, como Philip Stephens, del Financial Times, consideran que Blair «no puede ser juzgado más duramente de lo que ya es» y que el veredicto «va a suavizarse con el tiempo».
Pero muchos británicos afirman, en la calle y en sondeos, que nunca le perdonarán la invasión de Irak y el que nunca haya pedido disculpas por su parte de culpa en la situación trágica de ese país, donde la cifra de muertos aumenta cada día.
Durante sus diez años como jefe de Gobierno, Tony Blair transformó Gran Bretaña, pero su legado principal será su decisión de enviar tropas a Irak, coinciden analistas.
Mientras el gobernante se prepara para dejar dentro de pocas semanas las riendas del poder, que asumió el 2 de mayo de 1997, los británicos, entre ellos analistas e historiadores, hicieron ya el balance de la «década Blair», pronunciando un dictamen de cómo será recordado el líder laborista.
Y el veredicto, reflejado en varios sondeos, es duro.
Para una mayoría de británicos, Blair deja a Gran Bretaña peor de lo que la halló hace 10 años: con más problemas sociales, inseguridad y amenazas de terrorismo que en 1997 y con una imagen en el exterior deteriorada.
Este país es más peligroso y menos feliz y placentero que en 1997, estiman los británicos, según una encuesta publicada el 8 de abril por el dominical The Observer.
Y aunque en los balances de la década se mencionan las reformas de los servicios públicos que impulsó Blair y los logros económicos de su gobierno, los analistas resaltan que el líder británico será recordado sobre todo por su decisión de unirse a Estados Unidos en la invasión de Irak.
«Tony Blair será recordado sobre todo por Irak», afirmó el historiador británico John Newsinger, que considera que el legado principal del líder laborista será su desastrosa decisión de invadir Irak, cuya sombra lo acompañará siempre.
«Irak ha sido el peor legado de Blair en esta década», señaló el profesor de historia de la Universidad de Bath. «Y el resultado de esa decisión ha sido un desastre», añadió.
Esa opinión es reflejada en un sondeo del dominical The Observer, que reveló que para los británicos, la guerra de Irak es el factor más determinante para juzgar el legado de Blair.
Para el 58% de los encuestados, la decisión de unirse a Washington para invadir Irak, en marzo de 2003, fue el peor error que cometió el primer ministro británico durante sus tres mandatos.
Y un 66% opina que Blair sólo decidió enviar tropas a Irak para seguir al presidente estadounidense George W. Bush, su aliado por encima de todo y todos, lo que le valió al premier británico ser tildado de «perrito faldero» del ocupante de la Casa Blanca.
Por su parte, el líder laborista, que desde un principio se mostró obsesionado con su legado histórico, insiste que éste «resistirá la prueba del tiempo».
Subrayando entre sus logros la reducción de las listas de espera en los hospitales y la construcción de más escuelas, Blair afirmó en una reciente entrevista con la BBC que cree que será juzgado «a largo plazo».
Pero los analistas piensan que el premier británico nunca se quitará de encima los muertos de Irak.
«Así como el (ex presidente estadounidense Richard) Nixon nunca dejó atrás la sombra de Watergate, asimismo Irak nunca dejará de pesar sobre Blair», vaticinó el historiador político Dominic Sandbrook en The Observer.
El analista Victor Bulmer Thomas, del reputado instituto de relaciones internacionales conocido como Chatham House, coincide con este análisis, y subraya que la decisión de invadir Irak «fue el momento que definió todo el gobierno» de Blair.
Y ese fue también su «peor error», dijo Bulmer Thomas a la AFP.