Diabetes


¡Cómo ha cambiado el mundo! Antes, los ricos eran gordos, pero ahora, flacos; antes, los pobres eran flacos, pero ahora, gordos; antes, buscaban combatir el hambre, ahora, la obesidad. ¿A qué se debe ese cambio?

Mario Cordero

En los últimos años, pocas son las enfermedades que captan la atención del público. El sida, el cáncer, la insuficiencia renal, el rotavirus, la gripe aviar y, talvez, la malaria, sean las únicas que merecen atención. Por eso, detenerse a leer un artí­culo sobre la diabetes quizá no valga la pena.

Sin embargo, si se toma en cuenta que entre el 8 y 12 por ciento de los guatemaltecos padece de diabetes, la cifra es considerable. Para establecer una comparación, el porcentaje de guatemaltecos con sida es inferior al uno por ciento, según cifras oficiales.

Además, hay que agregar que en aldeas y caserí­os muy marginales, donde han vivido por muchos años entre diez y veinte familias, la incidencia de la diabetes es muy alta, por lo que las cifras reales deben andar por el 20 por ciento.

En Latinoamérica, para el 2000, habí­a 20 millones de personas con diabetes; mientras que en la misma región hay 1.7 millones de personas con sida.

Y no sólo eso, para el 2010, se estima que unos 40 millones de personas padecerán diabetes. Es decir, en diez años se duplicará la cifra. De ellos, 28 millones de personas sufrirán severas complicaciones.

Talvez, estas cifras sirvieron para evidenciar la tendiente necesidad de encarar el tema. ¿No lo cree? Por ejemplo, en El Salvador, para 1995 el 5% de la población tení­a diabetes; para el 2005, el porcentaje llegaba a 9.8%. ¡Se está duplicando en diez años!

Y no es sólo cuestión de cierto grupo de la población, sino que afecta a todos. Anteriormente, la diabetes era habitual en los mayores de los 60 años. Hoy dí­a, sigue esa misma tendencia. El 21% de la gente en esa edad tiene diabetes. Entre 40 y 59 años, la padecen el 10%. Entre 20 y 39, el 2%. Y en menores de 20, el 1.82%.

Pero, ¿por qué está creciendo esta enfermedad? Según la endocrinóloga salvadoreña Ana Jensen Villatoro, los hábitos de la vida moderna están incidiendo en el aumento de la enfermedad. Según la doctora, hace unos años no tení­an acceso a tanta comida chatarra y los juegos se daban más al aire libre y de hacer ejercicio. Hoy dí­a, es muy común el encierro de los niños, debido a los llamados juegos de video.

Sin embargo, Villatoro comenta que no existe una clara evidencia para determinar qué provoca la enfermedad. Se sabe de factores de riesgo, como la herencia genética, la obesidad, la mala alimentación, el estrés, pero aún están lejos de saber, a ciencia cierta, qué la causa.

Y si aún considera usted que la diabetes no es un tema de importancia, según los especialistas en esta enfermedad invitan a calcular cuáles son los costos para el Estado el tratar sus consecuencias. Sólo en Estados Unidos, se gastan 132 mil millones de dólares para combatir los efectos, de los cuales el 55% se gasta en internaciones.

Generalidades

Según la citada doctora Villatoro, los latinoamericanos tienen una predisposición para contraer la diabetes, por lo que el tema no debe interesar «sólo a los que tienen antecedentes familiares».

Sin embargo, hay mayor riesgo cuando se pasan los 45 años, cuando hay antecedentes familiares, cuando hay hipertensión arterial o alto colesterol o cuando se alcanza niveles de obesidad.

Durante el embarazo, las mujeres podrí­an darse cuenta del riesgo que tienen para contraer diabetes, si presentan algunos sí­ntomas, como presión alta o que el bebé pese más de 9 libras al nacer.

A pesar de que la herencia es importante para contraer diabetes, Villatoro indica que hay más ví­nculos con el ambiente para contraer la enfermedad. Es decir, es más fácil que una persona sin antecedentes familiares pero con malos hábitos adquiera diabetes, que viceversa.

Por eso, muchas veces se ha dicho que el estrés o los «fuertes sustos» provocan diabetes. «í‰stos sólo la facilitan, pero no la provocan». Pero el estrés, los malos hábitos alimenticios, el consumo consuetudinario de alcohol y de cigarrillo, y el sedentarismo, pueden provocarla.

Un cambio de visión

Pese a los esfuerzos que se han hecho para impedir el surgimiento de la enfermedad, así­ como controlar los efectos en las personas ya afectadas, los especialistas se han dado cuenta de que, en vez de retroceder, la enfermedad avanza a pasos agigantados.

Así­ lo comenta el endocrinólogo hondureño Mario Valdés, quien dictamina que es muy difí­cil para un médico poder controlar al paciente.

En tono de broma, indica Valdés que es un «dolor de cabeza» tratar con diabéticos. Sin embargo, al explicar su idea, la broma se convierte en una descripción real de la vida de un enfermo. «No toman sus medicamentos, consumen azúcar, no dejan de beber, no se controlan el peso, no utilizan insulina», y otra serie de dificultades, que, según el doctor, no permite un buen control.

«La gente cree que la diabetes sólo se trata de medir el azúcar»; sin embargo, no es sólo eso, tal como comenta Valdés. Se trata de reducir el alcohol, las grasas, hacer ejercicios moderados, cuidarse y otras tantas recomendaciones.

Pero, además de todo ello, los especialistas se han dado cuenta de que los tratamientos no han dado los resultados esperados. La glucosa en la sangre es muy difí­cil de controlarse. Además, los medicamentos son caros y no son el cien por cien efectivos; de ahí­ es donde surgen los famosos «bajones de azúcar» de los diabéticos, por lo que deben tomarse un dulce, por ejemplo.

Debido a éstas y otras dificultades, desde hace algunos años se empezaron a desarrollar nuevos medicamentos para que ayuden a controlar de mejor manera los niveles de glucosa.

El endocrinólogo guatemalteco Vinicio Granados comentó que «hubo un cambio de rumbo en la investigación para combatir la diabetes. Se creí­a que sólo podí­a combatirse para incrementar directamente la insulina y disminuir el glucagon, pero ahora no es sólo eso.»

Existen dentro del cuerpo enzimas que ayudan a la producción de insulina. Una de ellas, la más efectiva, se ha denominado GLP-1, una incretina.

Tomando en cuenta esto, según el doctor Granados, se pensó que con la inyección intravenosa de esta incretina podrí­a tenerse mejores resultados. Y fue cierto. Sin embargo, tiene algunos obstáculos, como que a veces produce vómitos y que debí­a inyectarse dos veces al dí­a.

Dentro del intestino también se encuentra otra enzima, la DPP-4, que neutraliza a la GLP-1, haciendo que su efecto sólo dure pocos minutos.

Por esa razón, se pensó en un medicamento que cohibiera a la DPP-4, para que la GLP-1 rindiera mayor efecto.

El medicamento se conoce como Sitagliptina, y aún no ha salido a la venta.

Implicaciones sociales

Bien dice un conocido refrán entre los médicos: «La salud no da votos». Es decir, que en todo el mundo ha habido una tendencia a no atender los sectores de salud, ya que éstos no otorgan popularidad a los gobernantes.

Sin embargo, pensar en la salud, y, especialmente, pensar en este caso en la diabetes, tiene sus connotaciones socioeconómicas.

Ya se ha mencionado sobre la enorme cantidad de presupuesto que se consume en Estados Unidos para tratar las consecuencias de la diabetes.

Según mencionan dos de los doctores consultados, el hondureño Mario Valdés, y el guatemalteco Vinicio Granados, los tratamientos de los efectos de la diabetes son sumamente costosos, incluso más que los tratamientos para sobrellevar el sida.

La ceguera, las amputaciones, los infartos o las diálisis, productos de la diabetes, tienen un enorme efecto económico. Además, estas consecuencias pueden dejar inhabilitados de por vida, laboralmente hablando, a quienes las padecen.

La prevención de esta enfermedad es más barata que sus consecuencias, que, como ya se observó, tiene un alto factor de multiplicación.

Asimismo, un buen tratamiento hace que un diabético pueda vivir unos 30 años más, luego de que sufriera las primeras consecuencias, siendo este tiempo un perí­odo de vida laboral útil. En cambio, otras enfermedades que acaparan más la atención, como el sida, apenas dan vida laboralmente útil, una vez inicia el tratamiento.

Tal como se inició este artí­culo, hay un paradigma mundial que está cambiando, y lo que anteriormente se consideraba saludable, es decir el estar «gordito y rosadito», hoy es un peligro para la salud, costoso y con consecuencias humanas y socioeconómicas muy altas.

¿Qué es la diabetes?

El término cientí­fico es diabetes mellitus, que significa, en latí­n, grifo de miel, ya que se ha observado que la orina de los diabéticos atrae a las hormigas por su alta concentración de azúcar.

La diabetes es la incapacidad de transformar la glucosa que ingresa al cuerpo. Normalmente, se dice que es el exceso de azúcar en la sangre, para lo cual se necesita producir más insulina, la sustancia que puede transformarla. Pero no en todas las personas es igual.

Uno de los dos tipos de diabetes consiste en que sí­ se produce insulina, pero no se aprovecha de una manera eficiente. í‰sta es la conocida como diabetes tipo dos, y es la que se está incrementando en todo el mundo.

Básicamente, la diabetes tipo dos es la deficiencia en la insulina y el exceso del glucagon, sustancia que promueve la secreción de glucosa almacenada en el hí­gado. Este desequilibrio provoca, en los primeros años, exceso de orina, mucha sed, hambre, pérdida de peso y fatiga.

Sin embargo, cuando se desarrolla la enfermedad, provoca obesidad, enfermedades en el corazón, el riñón y el cerebro, pérdida de la vista y amputaciones de los pies.

Nuevos tratamientos

La Sitagliptina es un nuevo tratamiento desarrollado para mantener los niveles adecuados de glucosa en el cuerpo. Puede funcionar en conjunto con otros fármacos, como la Pioglitazona o el Metformí­n, que mejoran los efectos.

Se administra por ví­a oral una vez al dí­a, y no presenta efectos secundarios.

Se ha demostrado en los estudios que es más efectivo que los tratamientos tradicionales, pero es compatible con éstos.

Además, ayuda al paciente a bajar de peso y, al año de estar consumiéndolo, el nivel de glucosa en la sangre (o hemoglobina glucosilada) se reduce a niveles recomendables y controlables para los diabéticos.

Aún no ha salido al mercado, pero se prevé que salga el próximo año, a través de la casa Merck Sharp