Dí­a Mundial del Medio Ambiente


Creo que no hace falta ser un experto para darse cuenta de la importancia del medio ambiente y de su impacto en cuestiones tan puntuales como el cambio climático global y el calentamiento de la Tierra, pero en los últimos tiempos la propia experiencia de la especie humana nos está colocando en una posición que reclama mayor conciencia y compromiso porque es indudable la relación entre nuestra actitud con esas perturbaciones que tienden a ser cada vez de mayor proporción y más dañinas no sólo para los actuales habitantes del planeta, sino para las generaciones aún por venir.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

He estado siguiendo con interés el trabajo que viene realizando Al Gore para obligar a la humanidad a tomar conciencia de su responsabilidad y para que los Estados asuman el papel que les corresponde en el esfuerzo por reducir el impacto del deterioro del medio ambiente. Ignoro si Gore está utilizando el tema como una plataforma para su relanzamiento polí­tico, pero no me parece por la seriedad y dedicación que ha puesto en ese empeño por convertirse en una especie de abanderado de un tema que requiere de figuras de primer orden para ser colocado en el centro de la agenda polí­tica. Porque indudablemente que hay una estrecha relación entre la polí­tica y el medio ambiente y aunque en paí­ses como el nuestro ello no sea fácilmente perceptible, acaso por nuestro tamaño y el reducido impacto que tenemos en las condiciones globales, no puede negarse que la suma de tanto desacierto y de tanta complacencia es lo que deteriora la calidad del ambiente.

No sé cuánto beneficio han significado los grupos más radicales de ambientalistas que vienen activando sobre esa materia desde hace varias décadas y si las posturas extremas tienen consecuencia en la articulación de polí­ticas sociales a favor de estrategias coherentes que preserven el equilibrio entre la necesaria satisfacción de las necesidades humanas y la protección del ambiente. Porque por un lado están aquellos que creen que los recursos de la Tierra todaví­a son abundantes y que no existen tantos riesgos como los que ven los ambientalistas y por lo tanto pregonan que podemos seguir usando y consumiendo sin mayores preocupaciones. Pero hasta el mismo Bush ha entendido que la cosa no es así­ (y eso ya es mucho decir), al punto de que en los últimos dí­as ha abordado el tema con una visión diametralmente opuesta a la que ha sido su polí­tica en la Casa Blanca y no me cabe duda que el impacto que ha tenido esa bien diseñada campaña de Al Gore está ya produciendo sus efectos en cuanto a generar una mayor conciencia de lo que significa el cambio climático y el calentamiento de la Tierra.

En el caso de Guatemala uno de los temas puntuales del medio ambiente hoy en dí­a es el relacionado con la actividad minera y al respecto hay que decir que no se observa una postura equilibrada de un gobierno que actúe como árbitro imparcial en defensa de los intereses nacionales, sino que un régimen abiertamente comprometido con la explotación de todo tipo de minas, sin dar espacio para un debate serio que permita, al menos, la adopción de medidas para reducir el impacto de esa actividad económica en la destrucción del ambiente. Posiblemente la solución no sea suprimir de tajo todo lo que huela a minerí­a, pero tampoco ignorar sus consecuencias en el campo ambiental. Por ello es que en éste, como en casi todos los casos, el justo medio es lo deseable para que podamos usar los dones de la naturaleza pero en una forma racional y sensata para no destruir nuestro propio hábitat.