Dí­a de la Constitución



¿Será éste un dí­a para celebrar o para rezar el responso? Ante la magnitud de la avalancha que se viene contra nuestra Constitución que hoy celebra su dí­a, es justo hacernos esa pregunta puntual, sobre todo porque pareciera que la única culpable del desastre que vivimos en el paí­s, de la inseguridad, la impunidad, la corrupción, el deterioro de las instituciones, es la tal Constitución Polí­tica de la República.

Nadie piensa, mucho menos nadie dice, que a lo mejor el problema está en que nosotros, los ciudadanos, no hemos sabido cumplir con la Constitución y que por ello es que andamos en la calle de la amargura. Si ese fuera el caso, que ciertamente es lo que creemos nosotros, ya podemos hacer una y mil nuevas constituciones que de todos modos el paí­s será lo que su gente quiere que sea, es decir, una anarquí­a producto de esa vocación natural a irrespetar la ley.

La Constitución está celebrando su cumpleaños, pero no ha sido ni respetada ni mucho menos cumplida por los ciudadanos y, menos aún, por quienes ejercen alguna autoridad. Vilipendiar a la Constitución Polí­tica y responsabilizarla de los problemas es ingrato porque es una salida comodona, como las que siempre buscamos los guatemaltecos. Es más fácil cambiar la norma que cumplirla, indudablemente, y por ello es que hoy en dí­a el canto de sirena se escucha a los cuatro vientos. Una nueva Guatemala es posible a partir de la reforma de su Constitución, dicen los polí­ticos y los avorazados que andan viendo como llevan agua a su molino.

Y usan anzuelos atractivos. Así­ como en tiempo de Ramiro de León Carpio el gancho para atraer a la gente fue la «depuración del Congreso», que nunca se dio y que fue pura paja, ahora se habla de reducir el número de diputados, terminar con la reelección y la inmunidad. Pero en aquella oportunidad lo medular de la reforma fue un articulito para prohibir al Banco de Guatemala dar créditos al Estado, haciendo a éste dependiente de los bancos privados que desde entonces obtienen grandes ganancias desempeñando ese papel que antaño estaba reservado para la banca central.

Ahora el anzuelo está a la vista; lo que no se sabe es el tipo de intereses que hay detrás, la utilidad que quieren sacar los promotores de la reforma que tienen su propia agenda. El pueblo debe saber que serán los partidos polí­ticos, tan odiados y despreciados, quienes postulen candidatos a una Constituyente y que éstos someterán sus listados, si quieren recursos para hacer campaña, al escrutinio y visto bueno del gran capital.

¿Por qué no probamos a cumplir la Constitución y le damos una oportunidad a la Carta Magna? Asumamos con entereza nuestra falta de respeto a la ley y cambiemos nosotros. Una nueva Constitución no nos hará más respetuosos de ella sino que, todo lo contrario, nos permitirá justificar nuestra indolencia ciudadana y nuestra falta de entereza cí­vica.