Aunque no lo creamos también en Guatemala se celebra el Día de Acción de Gracias. Sin qué ni para qué, en vista que el suceso tiene otro sentido. El significado de sobra asiste a los estadounidenses para ese festejo. No atinente a los guatemaltecos, por cuanto caemos en una burda imitación, sin embargo, con seguidores.
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Forma parte de la característica nuestra inscribirse a todo vapor, en plan competitivo en comemoraciones foráneas. Son corrientes que atraen y hasta hacen los mejores esfuerzos en la misma vía por destacar ante los vecinos. Pero en el fondo ausente de asidero histórico, inclusive de la cultura y tradición.
Muchos guatemaltecos, en cambio muestran apatía, olvido y hasta oposición de enrolarse y compartir eventos chapines. Al ritmo que marchan las cosas es evidente cierto menosprecio en tal sentido. Que el señalamiento conocido y verdadero de ser «candil de la calle y oscuridad de la casa», alcanza fuerza.
Somos dados a restarle mérito e importancia puntual a las actividades propias. Cuando en las mismas existen auténticas raíces de la identidad nacional. Empero, resulta inexplicable, menos justificable aun apegarse, pues de tiempo atrás viene siendo más y más, en la actualidad arrolladora.
Grandes expectativas existen en torno al hecho que alguna vez de manera cortoplacista surjan motivaciones y efectos referente al nacionalismo. Por ejemplo, vale la pena aparezca la intencionalidad bien consolidada de actuar con miras a las acciones de gracias por logros alcanzados.
Logros que demuestren que la propias conductas personales se superan, dando paso a comportamientos positivos. En efecto, es para dar gracias debidas por que el bien común sobresale y es una realidad mediable. Entonces abundarán satisfacciones colectivas, dignas de celebrar a lo grande.
Cantaremos gloria a tiempo que de la faz del suelo patrio desaparezca la envidia, el odio, mezquindad y restantes sentimientos que constituyen la piedra en el zapato. Sólo así, el entorno que tenemos a modo de escenario generará la anhelada tranquilidad y seguridad, hoy en día tan difícil, no obstante, imposible si no hay buena voluntad.
Satisfactores urgentes y necesarios brillan por su ausencia desde tiempo inveterado. Pero si vuelve a tener brillo la confraternidad y solidaridad entre los miembros del conglomerado, demos gracias no únicamente un día, todos los demás del año. Habrá reflexión, entre otras cosas olvidadas y motivo de gozo plural suficiente, mostrará su rostro.
Talvez cómo y dónde asome de repente algo que ocasione con justa razón un poder extraordinario capaz de eliminar el temor generalizado. El día soñado por todos devolverá el antiguo status que generaciones anteriores disfrutaron a plenitud. Se podrá también sentir en carne propia la diferencia abismal y positiva por fin en el panorama. Cantemos himnos de victoria y de acción de gracias.
Asimismo cuando se erradique definitivamente tantísimo acto violento y delincuencial, a voz en cuello y unánimemente se honrará, tan esperados momentos. Eso también se añade a gritar que llegó el Día de Gracias a Guatemala.
Al instante que terminen los feminicidios, robo de niños, secuestros y esa gama terrible y abominable, demos gracias resonando el espacio. Que sea realidad hermosa el caso que los connacionales tengan techo, comida, trabajo y salud; significa con ahínco dar gracias como jamás se ha dado.