Devolver el cariño a quienes comercian con el cariño


Mujeres que trabajan en la Lí­nea del Tren. FOTO LA HORA: JOSí‰ OROZCO

Sobre la Lí­nea del Ferrocarril o la Lí­nea del Tren, como es más conocida, el espí­ritu navideño se siente de dos formas distintas: por un lado aquellas mujeres que desean llegar a sus casas a compartir con sus hijos, y por el otro, quienes han encontrado sobre esa lí­nea a una familia.

Mariajosé España
mespana@lahora.com.gt

La puerta de los cuartos es el punto de bienvenida para los clientes. FOTO LA HORA: JOSí‰ OROZCO

La lí­nea del tren es más conocida desde que en el año 2006, Chema Rodrí­guez, periodista y director de cine, presentó la pelí­cula «Las Estrellas de la Lí­nea». Han pasado cuatro años desde que salió a luz el controversial largometraje y la vida en la lí­nea continúa con su curso.

Entre las tres calles que conforman la vida sexo comercial en la lí­nea (entre 7ª. y 10ª. calles de la zona 1 capitalina), se movilizan alrededor de 170 mujeres que son originarias de varias partes del interior del paí­s, así­ como de los demás paí­ses de la región centroamericana.

Distintos contextos vivenciales, han hecho que estas mujeres se dediquen a la prostitución. Algunas lo hacen por mantener a sus hijos, otras por lograr concluir sus estudios y otras por tener un dinero extra que les permita comprarse ropa y verse bien.

«El trabajo es una cosa y nuestra vida personal es otra»

Muchas de las mujeres se trasladan desde distintas partes de la ciudad para llegar a sus lugares de trabajo que resultan ser un pequeño cuarto, un mí­nimo porcentaje vive ahí­ mismo, por lo que ha conformado un pequeño grupo de vecinas que celebran las fiestas para fin de año.

Comentan que en la noche del 24 de diciembre, la última calle de la lí­nea da paso a un ambiente de celebración y alegrí­a en donde agradecen al Niño Dios por la vida y por el regalo de tener a sus hijos.

No quisieron dar mucho detalle, pero La Hora logró conversar con aquellas muchachas que guardan en sus corazones la esperanza de salir de esa vida y que esperan que el 2011 les depare sorpresas y triunfos.

Aracely* tiene apenas tres meses de participar en ese negocio y comienza la conversación diciendo «la Navidad de este año será muy buena y mejor será el Año Nuevo», a esto quiso compartir que para enero del próximo año entrará a la universidad para estudiar la carrera de Ciencias Jurí­dicas y Sociales.

El entusiasmo de Aracely es visible ya que cuenta que estudiará esa carrera porque quiere defender los derechos de las mujeres que trabajan en ese lugar ya que sus derechos son constantemente violentados.

Una situación molesta que compartió Aracely fue cuando en los medios de comunicación se publicó la noticia que en la década de 1940, cientí­ficos estadounidenses inocularon las enfermedades de sí­filis y gonorrea a personas guatemaltecas, muchas de ellas prostitutas, «la gente ignorante no se da cuenta que eso pasó hace 60 años y piensa que ahora uno está enferma o infectada por eso, nos señalan a nosotras».

De esa forma, aclara que aunque ellas se dediquen a la prostitución son muy cuidadosas en su labor y a pesar que hay mujeres que prefieren no utilizar preservativos para cobrar de Q300 a Q500, hay muchas como ella que le dan valor a su vida y prefieren ganar Q30 con tal de no contraer ninguna enfermedad.

«Voy a encerrarme en mi cuarto y esperaré a que llegue el 2011 para empezar a ir a la universidad», responde Aracely ante la pregunta de lo que será su noche del 24. A pesar de que tiene una hija de dos años, quien vive con sus padres en el departamento de Escuintla, su mayor deseo es superarse y ser una persona universitaria.

La época navideña, no resulta ser siempre una ocasión de júbilo y celebración, también convergen los sentimientos de melancolí­a y depresión en algunas personas. «Hay muchos hombres que pagan media hora o una hora por compañí­a, me dicen que no me quite la ropa y me empiezan a contar sus problemas».

«Después de ocho años tuve que regresar a este negocio»

Mildred* quien es de origen salvadoreña, pero nacionalizada guatemalteca, tiene cinco hijas de 18, 15, 10, 6 y 3 años respectivamente.

Cuenta que hace ocho años trabajó como sexo servidora, pero se retiró ya que conoció al hombre que fue su esposo. Lamentablemente él murió y tuvo que regresar a la puerta del cuarto, en donde recibe a muchos de sus clientes.

«Esta vida no es buena para nadie, pero tengo que sacar adelante a mis hijas, sobre todo porque mis compañeras me dan ánimos para continuar». Tomando en cuenta la madurez de sus dos hijas mayores, les confesó a qué se dedicaba, «ellas saben que lo hago no porque me guste si no por la necesidad de darles estudios ya que no quiero que sean lo que yo soy».

En reiteradas ocasiones, Mildred agradece a Dios por haberle dado buenas hijas que la comprendan y entiendan el porqué de su trabajo, por lo que ni le pasa por la mente volverse a juntar con alguien «no quiero llevar a mi casa a alguien que les haga daño ya que hay hombres que se fijan en la gallina pero luego quieren a las pollitas y a mis hijas las debo de proteger».

La Navidad para Mildred será en su casa, las tres hijas menores, cuenta, ya le escribieron su carta a Santa Claus y le pidieron una muñeca y una carretilla, pero ante la falta de dinero, se decidieron por unos conejitos, «lo que yo le pido a Dios es que me regale muchos años de vida para ver crecer a mis hijas y que me regale salud que es lo más importante».