Devoción al Rosario


Truene, llueva o relampaguee, la feligresí­a católica acude a la Basí­lica Menor del Rosario, o templo de Santo Domingo durante el mes de octubre, a manifestar su firme devoción a la Virgen Marí­a. Desde el alba hasta el ocaso, en medio de homenajes de diversa dimensión colmados de significado.

Juan de Dios Rojas
jddrojas@yahoo.com

Cobra especial admiración el hecho elocuente que lo hacen en forma multitudinaria, animados interiormente del llamado mismo de su acendrada fe. Las anchurosas naves de tan majestuosa basí­lica no se dan abasto a cualquier hora del dí­a, circunstancia que es indicador de ese sentimiento.

El propio evento de religiosidad manifiesta, con el correr del tiempo conforma también una de las tradiciones acendradas del pueblo chapí­n, según recoge la historia. De generación en generación, invariablemente el mes del Rosario en homenaje a esa advocación mariana, adquiere más relevancia.

Los diversos estratos sociales capitalinos a la cabeza, sin excepción de procedentes del interior del paí­s, hacen realidad actitudes solidarias y fraternas. El señalamiento constante que «todos somos hijos de Dios», alcanza verdad, dentro y fuera de la sede principal de la orden dominica.

Vemos impresionados cómo los fieles católicos, inclusive quienes son un tanto indiferentes, sin embargo atraí­dos por las solemnidades octubristas, se identifican con el hermoso templo de la 12 avenida de la zona central. Allí­ el ambiente que impera, conmueve y prodiga paz a lo largo y ancho.

Hay siempre expectativas ante la llegada del mes de octubre del pueblo devoto, a punto de contar los dí­as, semanas y meses, que quedan satisfechas. Además los cambios acaecidos en el diario trajinar de la vida representan muestras de ser superadas con creces, según obran las acciones.

A propósito las dichas solemnidades en homenaje sentido a la Virgen del Rosario descansan sobre la base de una sumatoria de elementos propicios. El calor fervoroso del pueblo, de las asociaciones y hermandades, al igual que los propósitos de los sacerdotes que tienen a su cargo la basí­lica.

La bella imagen de la Santí­sima Virgen del Rosario con el Niño en brazos es exponente de una escuela escultórica famosa de centurias atrás, revestida de plata. Preside desde el altar mayor el culto colectivo que la consciencia le rinde veneración en cada pecho, que pone a sus pies sus plegarias en demanda de bendiciones.

Conforme relatos dignos de credibilidad, la batalla de Lepanto donde fuerzas de connotación cristiana triunfaron sobre legiones infieles, marcó un hecho de resonancia. A partir de entonces creció profusamente la fe y devoción extendida dondequiera de la advocación religiosa de la Virgen del Carmelo.

Destaca en otro orden de ideas recurrentes, expresiones visibles del arte consistente en la ornamentación del altar mayor así­ como de sus naves. Cortinajes lucen e impactan los sentidos, junto a los arreglos florales que colman los ambientes fí­sicos, a la par de luminarias especiales.

Inclusive las tradicionales ventas instaladas en las cercaní­as del templo, pese a reducir el paso vehicular, dan matices vivos de los bocados culinarios. Aparte de dar atractivo de fiesta chapina mediante instalaciones a ritmo de la modernidad en boga, para todos los gustos bolsillos.