Deuda y fraude inocente


Edgar-Balsells

Compadezco a los lectores y a la ciudadaní­a por esa confusión que está siendo causada en los últimos dí­as por los protagonistas del escenario polí­tico, los entrantes, los salientes, los expertos y demás, en relación a la denominada “Deuda Flotante”, que de acuerdo a Oscar Clemente en su columna del dí­a lunes se asevera que “está tipificado claramente el delito de malversación al generar deuda mediante contrataciones que no tienen asignación presupuestaria y eso se viene haciendo desde hace mucho tiempo”.

Edgar Balsells

 


Oscar Clemente también hace referencia a las ilusas declaraciones del presidente Colom “quien se dio cuenta de la situación cuando llegó el actual ministro de Finanzas, señor Del Cid Pinillos, aunque por lo que he leí­do de Edgar Balsells, fue él quien advirtió del grave problema al presidente de la República”.

En efecto, debe tenerse presente que el tema se hizo parte de la opinión pública por parte de este escribiente desde esos tiempos hasta el presente, sencillamente porque no tiene precisamente que ver con aspectos solamente contables o financieros, pues es tan sólo la punta del iceberg del desorden, impunidad, irrespeto, y abuso polí­tico de diputados, financistas de campaña, proveedores privados, constructores de todo tipo y toda esa maraña de intereses que existe alrededor del Estado como arena de conflicto.

En artí­culo anterior en La Hora que llevó como tí­tulo “Sobre una deuda que flota en el mar de la impunidad”, hice ver que dicho endeudamiento es parte de una práctica abusiva de diferentes ambientes públicos, asumiendo “pagos no planificados”, con proveedores y contratistas; demostrando que en el medio hay muy poca coerción y prevención de los órganos de control, principalmente la Contralorí­a de Cuentas, que siempre se está quejando que no se da abasto con la carga de trabajo de auditar al vasto sector público.

Es risible y hasta folclórico la cantidad de cifras que han salido sobre el monto de la “Deuda Flotante”: se habla de un estudio realizado por una firma auditora, que se circunscribe tan sólo al grupo de entes de más producción de este tipo de compromisos; se habla de megacifras, incluso rondando los 13 mil millones de quetzales, pero el colmo es que se dice que tales compromisos no incluyen los de este año.
No está demás entonces recordar la obra póstuma de John Kenneth Galbraith que lleva como tí­tulo “La economí­a del fraude inocente”. Y nos dice Galbraith algo muy cierto: “lo que predomina en la vida real no es la realidad, sino la moda del momento y el interés pecuniario”.

Y es que, en épocas de campaña y transición, todo huele a pulcro y ciertos aires de renovación y cambio, pero cuando se entra en la apretada carrera por hacerse del poder y por resarcirse del dinero invertido, las cosas se convierten en un tema rutinario del despojo, que en los estados fallidos como el nuestro engloban el comportamiento hasta cierto punto servil de los funcionarios públicos de turno.

Y la “Deuda Flotante” es una muestra de ello: desorden, corrupción, falta de transparencia y un intento desordenado y descabellado por quedarse con alguna tajada del pastel del presupuesto público. Aquí­ sí­ es vital entonces la mano dura del orden, que necesariamente, y lo decimos una vez más, debe empezar por planificar bien, anunciar mucha austeridad y alinear a ministros y altos funcionarios.