Destruido el 33% de la Fuerza Aérea


Oscar-Clemente-Marroquin

Para cualquier país del mundo perder un tercio de su fuerza aérea significaría una catástrofe, no sólo en términos de seguridad sino tomando en consideración la importancia que la aviación tiene en términos generales y sobre todo cuando ocurren desastres naturales. Ayer se estrelló un helicóptero de la Fuerza Aérea Guatemalteca con doloroso saldo de muertos, todos miembros del Ejército de Guatemala y al perderse esa nave se destruyó un tercio de nuestra Fuerza Aérea según dijeron los jefes militares, porque la mayor parte de nuestras naves no pueden volar por falta de repuestos.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Mientras tanto, los narcotraficantes se dan el lujo de aterrizar sus modernas y veloces naves en pistas remotas y pegarles fuego, lo cual marca básicamente la diferencia entre la capacidad de Guatemala para hacerles la guerra en nombre de Estados Unidos y la capacidad que tienen los que mueven toneladas de estupefacientes matando y corrompiendo gente en nuestro país. Viendo esa disparidad tan absoluta y burda, uno se pregunta cómo es que hay idiotas que se resisten a que discutamos nuevos términos para la guerra contra la droga, si está visto que carecemos de los recursos esenciales.
 
 Aparte de que es un crimen que pongan a volar esos aparatos viejos y sin mantenimiento porque Estados Unidos mantiene el embargo ya no de armas, sino de repuestos para permitir que nuestras naves despeguen, hay que decir que Guatemala tiene que hacer un replanteamiento de los términos en que podemos participar del esfuerzo global para contrarrestar el fenómeno del narcotráfico. Algunos dicen que es una babosada estar hablando de despenalizar la droga y hasta el responsable de la ONU se suma a esa tesis, pero cuál es la alternativa que ofrecen. El hecho cierto es que mientras Guatemala dispone de dos naves para enfrentar a las flotillas de los narcos, estos pueden usar nuestro espacio aéreo literalmente como chucho por su casa porque no hay forma de establecer límites, mucho menos control.
 
 Es penosa la muerte de diez miembros del Ejército que murieron al estrellarse el viejo helicóptero Bell para el que tampoco se podían conseguir repuestos, pero que aún pudo levantar vuelo después de un esfuerzo por atender a las víctimas de otro accidente de helicóptero. De nada sirven las 700 horas de vuelo y la experiencia de los tripulantes, si resulta que casi que deben pegar las piezas con ganchos de ropa o ganchos sandinos porque tenemos cerrado el suministro de piezas por los fabricantes por el embargo militar impuestos desde los tiempos de Romeo Lucas.
 
 Yo creo que precisamente esta tragedia viene a ilustrar la razón que hay para que se replantee el tema de la lucha contra el narcotráfico. No hay derecho para que sean tan exigentes con países como el nuestro cuando ni siquiera nos permiten que compremos los insumos que hacen falta para operar, no digamos que nos ofrezcan ayuda porque la migaja de dos millones de dólares asignados más que risa, da vergüenza.
 
 Mientras en Washington hacen la lista de requisitos que tenemos que llenar para que se discuta el fin del embargo existente y se formula una propuesta congruente de asistencia en la lucha contra las drogas, que tendría que ser aprobada por el Congreso entrampado en una discusión sin fin sobre los temas de impuestos y gastos, incluyendo desde luego la ayuda al extranjero, aprovechemos el tiempo para sentarnos a discutir nosotros cómo puede y debe ser la estrategia global ante las drogas. El ritmo lo irá imponiendo Washington, puesto que en la medida en que sus nudos bipartidarios y la falta de voluntad de la rama ejecutiva siga negando apoyo a los que ponen los muertos en la guerra, montemos el debate sobre lo que habremos de hacer.