Hoy, 2 de diciembre, se cumplen 50 años de que una embarcación llamada Granma, encalló en una playa cubana. El viaje, emprendido en México, fue un desastre. Los 82 hombres que atestaban el bote, dejaron atrás la mayor parte de sus municiones, alimentos y medicamentos. Por errores de navegación, desembarcaron en un lugar equivocado, en medio de un manglar de pesadilla. Estaban desorientados y caminaban en círculos, como un ejército de sombras impulsados por un oscuro mecanismo. Sólo 22 sobrevivieron.
Una de las principales razones para que los náufragos del Granma se salvaran fue la excepcional fuerza de voluntad y confianza que les transmitió su comandante, Fidel Castro. La Revolución cubana, no la gestó una persona sino un pueblo. La historia no es un inventario de individualidades sino el registro de una mentalidad compartida. Recientemente, Fidel cumplió 80 años y con él está un país en que se generalizó la justicia social. Claro, hay inconformes, pero lo importante es que los once millones de habitantes de la isla gozan del acceso gratuito a la salud y a la educación. Como toda empresa humana, la Revolución cubana ha cometido errores. Lo primordial es reconocer que tiene muchas luces y pocas sombras al hacer el recuento de sus logros.
No creo que Cuba sea un paraíso, pero sí estoy convencido que Guatemala parece un infierno. Los clasemedieros suspiran por pertenecer a la oligarquía y abominan a los desposeídos. Para los que están en las capas medias, Cuba es un purgatorio. Para la inmensa proporción de pobres que luchan por sobrevivir en este país, resulta envidiable la forma de vida de los cubanos.
Cuba es ejemplo de resistencia, coraje y emancipación mental. Hay quienes se frotan las manos al creer que el ocaso físico de Fidel es el inicio del fin del socialismo isleño. Mejor miremos el fracaso estrepitoso del capitalismo para los dos tercios de la humanidad que viven por debajo de la línea de pobreza. En Guatemala, las recetas del neoliberalismo debilitaron el Estado y así provocaron la congestión de violencia, narcotráfico, miseria, desempleo y la decadencia de la salud y la educación.
Los neoliberales, diseminados en la prensa y en las aulas universitarias besan con reverencia las botas de Estados Unidos, mientras la Revolución cubana se preocupa por la pobrería de este país. Cuba se proyecta al mundo en el acento profundo de Fidel. Guatemala, no es ejemplo de nada. Aquí, no podemos mostrar una valla como la que hay en el trayecto del aeropuerto de La Habana al centro de la ciudad, con una niña que sonríe a la par de la afirmación: «Esta noche, 200 millones de niños dormirán en las calles del mundo. Ninguno de ellos es cubano».
Hay quienes se desgarran las vestiduras cuando resuena el nombre de Cuba. Más de 30 años de guerra la convirtió en un enemigo ideológico. Ese lastre propagandístico es muy difícil de erradicar, pero, no hay peor sordo que el que no quiere oír los grandes resultados de la asistencia benéfica de la Misión Médica cubana en los lugares más recónditos de la geografía guatemalteca.