Después del 11 de septiembre, ¿qué le espera a nuestro paí­s?


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No se necesita demasiada imaginación para darse cuenta de hasta dónde hemos llegado en lo económico y social y en lo institucional, polí­tico y gubernamental, como consecuencia de la mal llamada era democrática “institucionalizada” por constituyentes al servicio de Mejí­a Ví­ctores –el gobernante militar de facto de entonces–, y a conveniencia e interés de la élite económica y patronal. Nuestro desafí­o, ahora, consiste en visualizar qué nos espera después del 11 de septiembre.

Ricardo Rosales Román
\ Carlos Gonzáles \

 


Hasta las votaciones de 2007, como por inercia y ante  la imposibilidad de que hubiera una o más de una candidatura “aceptable”, la ciudadaní­a optó por la “menos peor”. í‰sa es la tendencia predominante tanto en la primera como en la segunda vuelta. El candidato que ha resultado “electo” fue, siempre, el “menos peor”. Los costos, están a la vista: un Estado debilitado institucional y financieramente, ingobernabilidad, corrupción, impunidad, tráfico de influencias.

En las votaciones de este año, tampoco se puede hablar de candidaturas idóneas. Ninguna de ellas estaba calificada para gobernar ni era competente ni tení­a condiciones y capacidad para ocupar la más alta magistratura del paí­s. Palabras más, palabras menos, así­ se opinó en varios medios impresos.

El 36 por ciento de los ciudadanos que en la primera vuelta “favoreció” al general Otto Pérez Molina y el 23 por ciento que votaron a “favor” del binomio presidencial de Libertad Democrática Renovada (Lider), encabezado por el empresario Manuel Baldizón, no alcanzaron a medir los alcances de la encrucijada a que se ha orillado al paí­s.

Se entiende por encrucijada la “ocasión que se aprovecha para hacer daño”. Así­ lo define el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE). Encrucijada, según el Pequeño Larousse Ilustrado (PLI) equivale a un dilema y un dilema se da cuando se está ante “dos proposiciones tales que resulte confundido cualquiera que sea la suposición que escoja”.

Las votaciones del 11 de septiembre confirman lo engañoso, inservible, tendencioso, manipulador y manipulable que son las encuestas y los foros. Esto, es lo primero. Lo segundo, es el entredicho en que queda la autoridad e idoneidad de los magistrados del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Lo tercero –y más importante–, es que el sistema de votaciones y partidos se agotó, caducó, ya no da para más.

Tres dí­as antes de los comicios decí­a que las votaciones del domingo serí­an un clavo más que los polí­ticos y sus agrupamientos electoreros estarí­an poniéndole al féretro del sistema (Diario La Hora, 7 de septiembre de 2011). Ahora, hay que agregar, parafraseando al Che, que no hay que sentarse a esperar a ver que pase su cadáver.

Lo sucedido el 11 de septiembre es lo peor que le pudo haber pasado al paí­s, y la peor de las cinco de las peores votaciones anteriores. En cierta forma, no fue así­ en 1999. A los dos candidatos y los agrupamientos que han pasado a la segunda vuelta, no puede calificárseles de otra manera.

Detrás de los candidatos y los agrupamientos que se “disputan” la segunda vuelta, están los poderes económicos y polí­ticos de la vieja y agotada oligarquí­a patronal, el gran capital transnacional y sus corporaciones, la embajada de Estados Unidos y los financistas. Quede quien quede, ya tienen asegurado el continuismo gubernamental, la obediencia debida, sus grandes y oscuros negocios, el tráfico de influencias, la impunidad y la corrupción. También están los poderes paralelos, las mafias, el narcotráfico y el crimen organizado.

A reserva de poderlo abordar más adelante, se puede anticipar que los patriotas son el “partido” de la extrema derecha, que su ala más dura se asemeja a la más dura de los republicanos y al tea party (así­, con minúsculas), tanto como a la que en el Partido Popular (PP) encabeza Aznar. Sus aliados naturales y apoyos están entre los que coinciden con esas posiciones y a los que favorece y conviene la represión y el terror como polí­tica de Estado.

Los de LIDER, son la derecha populista, demagógica; de la irresponsabilidad e improvisación gubernamental y administrativa; y, además, de la pena de muerte. Los encabeza un sabelotodo de cuyos tí­tulos y diplomas tanto se ufana y que obliga a poner en duda lo que dice y propone. De llegar a gobernar, lo más probable es que lo hiciera como en su tiempo lo hizo Ydí­goras Fuentes. Lo apoyan y secundan agrupamientos y coaliciones de centro derecha y de derecha y más de algún oportunista de la izquierda polí­ticamente desideologizada.

En uno y otro caso, las comparaciones no resultan odiosas; son necesarias y oportunas. Puede que de algo sirvan para definir e interpretar el entorno polí­tico y electoral configurado para la segunda vuelta.

“Elegir” a Pérez Molina o a Baldizón es jalarle los pies a un ahorcado y ello, visto gráficamente, es lo que le espera a nuestro pueblo y al paí­s. http://ricardo rosalesroman.blogspot.com/