Ha pasado la Pascua; ahora se principia a retomar el ritmo de la vida que por unos pocos días fue interrumpido para «gozar» de unas merecidas vacaciones para unos y de tiempo de reflexión para otros. Tanto en el ambiente personal como en el político, ambas circunstancias llevaron implícita la esperanza o el deseo de renovar conductas.
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LA PASCUA, palabra del término latín. «pascha», y éste del idioma hebreo «pesah», que significa sacrificio por la inmunidad del pueblo, con influencia del latín pascuus, pascualis. Fiesta, la más solemne de los hebreos, que celebraban a la mitad de la luna de marzo, en memoria de la libertad del cautiverio de Egipto. En la Iglesia Católica, fiesta solemne de la Resurrección del Señor, que se celebra el domingo siguiente al plenilunio posterior al 20 de marzo. Oscila entre el 22 de marzo y el 25 de abril.
Una vez conocido el término Pascua, su objetivo, su proyección y significado, podemos los guatemaltecos preguntarnos: ¿habrá llenado su cometido la Pascua con la sociedad guatemalteca? En otras palabras, ¿se habrán concientizado o concienciado todas aquellas personas que se acogieron de muy buena gana al disfrute de la Pascua?
En el ámbito político, la población guatemalteca esperaría que durante el tiempo de la Pascua, las personas encargadas de dicho quehacer hayan disfrutado de paseos y que a la vez, invirtieran parte del mismo en el análisis de la problemática nacional y sus posibles vías de solución, o por lo menos, en alguna reducción sensible que haga llevadera la vida diaria.
Las personas que ejercen los puestos de mayor responsabilidad en la conducción de la administración pública, son de quienes se esperan los cambios más significativos en cuanto a la recta aplicación de la justicia; el cuidado de los bienes nacionales, el cese de tanto chanchullo en menoscabo del erario nacional y la recuperación de la dignidad del Estado.
La población guatemalteca, está desencantada por la falta de cumplimiento de las promesas electorales de gobiernos anteriores e incluso del actual; lo traduce en la protesta e inconformidad de los diversos sectores afectados por dicho incumplimiento; ¿habrán pensado en ello los actuales funcionarios?
De buena fe, el guatemalteco espera en realidad cambios promovidos que favorezcan nuevas oportunidades de vida, empleo, desarrollo económico, educativo y sobre todo, espiritual. Es entendible que ello no suceda en un año, pero también es cierto que con buena intención se pueden dejar sentadas las bases para cumplir con los objetivos de bienestar social prometidos y esperados. Y para no ir tan lejos, el pueblo de Guatemala espera en especial, ver esa resurrección política sobre todo en los y las diputado/as con su actuar en beneficio popular. ¿Será eso posible? O ¿seguimos de ilusos?