Desde teléfonos celulares hasta fotos de ex novias o maridos, decenas de personas desilusionadas por el año transcurrido arrojaron ayer en Nueva York los malos momentos del 2007 a las fauces de una trituradora de residuos instalada en Times Square.
«Me deshice de mi novia, tras una relación de cinco años», dijo Pierre Lucien, de 47 años. «Tiré su fotografía a la trituradora porque me trae malos recuerdos: estaba con otro mientras yo pasaba las vacaciones», explicó Lucien.
La trituradora fue instalada por una asociación de vecinos y el departamento de Sanidad de la ciudad en el centro de información turística de la famosa plaza inundada de visitantes en el período de fiestas.
Cada cual llegó con sus malos recuerdos destinados a un olvido definitivo.
«Arrojé a la trituradora la obsesión por el alcohol, las drogas y las mujeres», dijo un hombre de unos 40 años. «Me estoy recuperando desde hace 32 días, pero quiero seguir, y esto es un buen principio».
Otros tiraron voluminosos expedientes. Uno de ellos se deshizo de los papeles bancarios vinculados a un préstamo inmobiliario que visiblemente –como para muchos otros norteamericanos– no le fue fácil pagar.
Geraldine, una ecuatoriana de 36 años, llegó acompañada por sus hijas para deshacerse simbólicamente de su ex marido: «se portó mal, y ahí se fue», dijo. «También tiramos a unos colegas de trabajo que se portaron mal también».
Una mujer rubia también se deshizo sin reparos de un enorme atado de papeles: «diez años de una mala relación», dijo, sonriendo.
Otros destruyeron recuerdos menos trascendentes: Emmy, una neoyorquina de 24 años, tiró un programa de la obra de teatro Passing Strange «con cuyo mensaje no estuve de acuerdo, y que fue una mala experiencia».
Joe Costanella llegó con una obsesión: un tacho de basura comprado por su esposa y que le resultaba poco práctico: lo demolió a martillazos ante el asombro de la concurrencia, que entusiasmada le arrojó un celular y un BlackBerry, aplaudiendo mientras los hacía añicos con su enorme martillo.
Al final del evento, los papeles triturados fueron arrojados a un camión de basura, y los organizadores dieron un premio de 250 dólares a la mejor ocurrencia a Eileen Lawrence, una neoyorquina del Upper West Side, que se deshizo de su ex jefe.