El gobierno francés desmantelará la «jungla de Calais», nombre de un campamento en ese puerto del norte de Francia donde malviven cientos de inmigrantes ilegales, en su mayoría afganos e iraquíes que escapan de la violencia con la esperanza de cruzar a Inglaterra.
El ministro francés de Inmigración, Luc Besson, defendió el jueves la decisión del gobierno de desmantelar completamente «antes de fines de la semana próxima» ese campamento porque se ha convertido «en una zona sin ley».
«Se ha vuelto insoportable para los habitantes de Calais», explicó Besson en Varsovia, donde reclamó a sus socios de la Unión Europea (UE) reforzar los medios de la FRONTEX, la agencia europea encargada de coordinar la vigilancia de las fronteras externas para luchar contra la inmigración clandestina.
El miércoles, el titular de Inmigración francés anunció el cierre de ese campamento bautizado «la jungla» por las precarias condiciones en que viven sus habitantes y aseguró que el gobierno les propondrá «una solución individual» entre las que figura el «regreso voluntario».
La alcaldesa de Calais, Natacha Bouchart, de la gobernante Unión para un Movimiento Popular (UMP, derecha), afirmó que en los «dos últimos años, las redes clandestinas reconstituyeron una nueva base para el tráfico de seres humanos en inmediaciones del puerto de Calais».
«Es allí, donde varios cientos de inmigrantes esperan para embarcar clandestinamente en un camión rumbo a Inglaterra», agregó.
Fuentes del ministerio francés de Inmigración indicaron que el número de inmigrantes clandestinos en ese campamento bajó de 700 a 300 en los últimos tres meses y que 170 personas prefirieron pedir asilo en Francia.
William Spindler, portavoz del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en Calais, advirtió de que Francia tiene un deber para con los inmigrantes que vienen de países en conflicto.
«Entendemos a las autoridades francesas. Las condiciones en que viven esos inmigrantes en ese campo son inaceptables», dijo Spindler.
«Pero si cerramos «la jungla», es importante dar una oportunidad a los inmigrantes para que pidan asilo, en particular aquellos que vienen de Somalia, de Irak y de Afganistán», agregó.
La presencia de inmigrantes clandestinos en la zona de Calais es un rompedero de cabeza para Francia desde hace años.
A fines de 2002, el entonces ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, decidió cerrar un centro de la Cruz Roja en Sangatte, un pueblo cercano a Calais que había recibido a miles de inmigrantes en condiciones de desamparo impresionantes. Esa decisión fue criticada por las autoridades británicas que estimaban que favorecería la inmigración clandestina hacia Gran Bretaña.
Desde el cierre de Sangatte, los inmigrantes se dispersaron por la región de Calais. Por esa razón, las asociaciones de ayuda a los refugiados recibieron con escepticismo la decisión de cerrar «la jungla».
«Es ridículo, como se ha hecho hasta ahora (…) desmantelarlo sin ninguna alternativa», declaró a la AFP el abad Jean Pierre Boutoille, del colectivo de asociaciones humanitarias C-Sur.
«Sabemos que no están garantizadas las condiciones de higiene, de protección. Vendrá el frío y los niños, y las familias se van a encontrar en grandes dificultades», subrayó el ex ministro socialista, Jack Lang, diputado por la región de Calais.