Deslegitimarse es caer


Un ciudadano cuando gana legalmente las elecciones para presidente, asume el cargo como UN PRESIDENTE LEGíTIMO. Esta fue la forma como ingresó a la presidencia el Ing. Colom. La legitimidad no es eterna, hay que cuidarla y protegerla para que dure todo el perí­odo presidencial. Para lograrlo hay que basar su mandato en actos legí­timos, ya que cualquier acto fuera de la ley es ilegí­timo y va deslegitimando a un gobierno hasta llegar a convertirlo en un presidente ilegí­timo o sea de facto.

Guillermo Castañeda Lee, Céd. R-19 No. 997, Teculután, Zacapa

En sólo ocho dí­as, se han cometido una serie de actos ilegí­timos y el Presidente lo único que dice es que los guatemaltecos no comprendemos que su señora es muy importante, pero el que debe de comprender es él, que los actos ilegí­timos no requieren comprensión sino que repulsa.

Si bien es cierto que la señora de Colom parecí­a ser el motor del partido y que ella organizaba, hacia y deshací­a, participaba en todo, ordenaba, etc. Eso no puede cuestionarlo nadie, ni tampoco impedirlo, pero de eso a seguir haciendo lo mismo en el gobierno, hay mil kilómetros de distancia y en el camino por recorrer, está la Constitución de la República.

Un presidente no puede ni debe darse el lujo de deslegitimarse, pues su estabilidad depende de su legitimidad. Un presidente legí­timo es inamovible aunque cometa errores involuntarios por su falta de carácter y de mando, como el error de dejarse mangonear por Joviel Acevedo, pero cuando los errores son producto de la terquedad como parece ser el presente caso, puede tener consecuencias insospechadas.

Muchos comentaristas dicen que se le deje gobernar y es muy poco tiempo para empezar las crí­ticas, pero no se puede dejar de criticar algo que es abiertamente ilegal, pues si no, nos estarí­amos convirtiendo en cómplices. Si usted no tuviera los asesores necesarios, serí­a conveniente disculpar sus errores, pero si los tiene y ellos le dicen que sí­ puede hacerlo, yo creo que es tiempo en que piense substituirlos por unos que no solo sepan decir, «si señor».

Bueno, usted es el Presidente, usted es el que supuestamente manda, si sus decisiones son erróneas nadie le va a echar la culpa a los asesores, sino que a usted, no se sonrí­a cuando le den palmaditas de aprobación, pues lo que están haciendo, es protegiendo su puesto, aunque su nombre ruede por los suelos.