Todo Gobierno sufre un proceso de desgaste por el simple hecho de ejercer el poder, pero ese desgaste se puede incrementar exponencialmente cuando se cometen errores que afectan la imagen especialmente en temas relacionados con la probidad. Entre los abogados del Gobierno no habían reparado en la vigencia de la norma contenida en la Ley de Probidad que impide el desempeño de funciones públicas a quienes, habiendo tenido a su cargo el manejo de fondos del Estado, no puedan presentar el correspondiente finiquito. Tajante norma que no por ignorada deja de ser vigente.
Entendemos que ha de ser un problema tremendo eso de nombrar a un ministro para que se enferme al poco tiempo y al encontrar al sustituto y designarlo, resulta que se pasó por alto la importancia del finiquito. Salvo que este fin de semana en la Contraloría se trabaje a marchas forzadas para limpiarle el expediente al doctor Villavicencio, su caso se ve realmente complicado. Se supone que no ha pagado las multas porque confía en desvanecer reparos, pero si paga las multas es que admite que los reparos fueron bien hechos y, en consecuencia, podrá tener finiquito, pero su récord como administrador de fondos públicos será terrible y eso es muy grave para quien tiene que dirigir uno de los principales nidos de corrupción de todo el Estado.
La Contraloría de Cuentas actual no quiso otorgar finiquito para que se inscribieran como candidatos a cargos de elección popular a quienes tenían problemas legales pendientes, tesis que nos pareció absurda porque la presunción de inocencia no se puede ignorar. Pero si eso hizo con quienes querían ser diputados, cómo puede cambiar de criterio cuando hay una denuncia penal contra el doctor Villavicencio por tres millones de quetzales derivada de acciones cuando fue funcionario público.
Cierto que no se podrá encontrar un buen ministro fácilmente, sobre todo si lo siguen buscando en el gremio médico donde no tienen mayor experiencia en cuestiones administrativas y los que abajo, los que desde siempre han manejado ese ministerio podrán seguir haciendo de las suyas en compras de medicinas y demás cuestiones porque son los que entienden cómo se hace la cosa. Un excelente doctor, querido por sus pacientes y bueno para curarlos de sus enfermedades, no necesariamente es el indicado ni para dirigir el ministerio ni para dirigir un hospital porque para esas dos funciones lo que hace falta es experiencia administrativa. Nada más fácil que darle gato por liebre a un prominente profesional que ha dedicado su vida a estudiar enfermedades y tratamientos, pero que no tiene idea de lo que significa un contrato abierto.
Minutero:
Curar a un paciente
demanda conocimientos
pero son otros rudimentos
para una administración eficiente