Desfile con el estilo de Oscar de la Renta


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Todos los símbolos de los grandes desfiles de la moda estaban allí: modelos, música y muchas, muchas personas. Pero para uno de los diseñadores más famosos del mundo, todo ese alboroto era invisible.

Por SAMANTHA CRITCHELL NUEVA YORK / Agencia AP

Cuando llegó la hora de que las modelos salieran a la pasarela en la Semana de la Moda en Nueva York, la única cosa que Oscar de la Renta veía eran las piezas de ropa que diseñó.

Al ver al legendario creador dominicano, de 79 años, tras bambalinas preparando a las modelos momentos antes de enviarlas a la pasarela el día de San Valentín, quedó claro que de la Renta es virtualmente inmune al bombo y platillo que acompañan este evento que se realiza dos veces por año para exhibir verdaderas obras de arte.

De la Renta se olvida de los cientos de creadores de tendencias de todo el mundo que están entre el público, incluyendo compradores, periodistas, celebridades y clientes leales, un grupo que esa noche tenía a la directora de moda de la revista Vogue, Anna Wintour, amiga cercana del diseñador.

Tampoco le importan a las decenas de asistentes que están atrás del escenario tratando de llevar a cabo su visión. Para el diseñador, a pesar de llevar décadas en el negocio, cada presentación exige su atención total como si fuera la revelación personal de una nueva relación de amor.

Durante los 15 minutos que llevó mostrar su colección en la pasarela, con una reportera junto a él observándolo, de la Renta se sentó en un banco sencillo que estaba apenas fuera de la vista de la multitud, examinando cuidadosamente cada modelo, sin hablar con nadie. Es un proceso que ha hecho literalmente cientos de veces —en dos, tres o, a veces, hasta en cuatro desfiles de moda por año— desde que lanzó su marca en 1965. Pero nunca se vuelve aburrido.

«Dios mío, el día de la pasarela no es como cualquier otro», dice de la Renta una hora antes de que se enciendan las luces. «No importa qué tan buena o mala pueda ser tu colección, después de que acaba el espectáculo sólo se siente desilusión. Se terminó. Algo en lo que has trabajado durante meses simplemente se acabó. Es como el día de la boda, pero al menos en ese caso tienes la luna de miel».

«Esto es parte de uno», agrega.

De la Renta supervisó la música, marcando el ritmo de «Maniac» de «Flashdance» con su pie; saludaba rostros familiares que aparecían antes de la presentación, desde su esposa Annette hasta Jim Gold, director general de la tienda de lujo Bergdorf Goodman, a la estilista Rachel Zoe, quien le mostró a de la Renta fotos de su bebé en su teléfono.

De principio a fin, él se veía en calma, sin cambios de último minuto, sin gritos ni órdenes. El enjambre tras bambalinas incluía a ayudantes de camerino, maquillistas y publicistas, y de la Renta parecía conocerlos a todos por su nombre mientras asentía con la cabeza para aprobar su trabajo. Pero el diseñador también dijo que el alboroto se acaba con él.

«Revisto cada look que está aquí. Ellos me dicen que deje ir a la modelo, pero veo todo, cada cabello fuera de lugar o hilo que pende», agrega. «Tengo que estar seguro de que saldrá a la pasarela del modo como lo imaginé».

En la presentación del 14 de febrero, el diseñador sostenía gentilmente el brazo de cada modelo hasta que consideraba que estaba lista para salir, en contraste con los productores que las apresuran. También ahuecó los planes de un vestido de novia cuando iba caminando.

Además envió a la última modelo, Arizona Muse, a unirse con las demás en la fila de grupo con la que concluye cada desfile aunque ella estaba unos pasos detrás de las otras.

Los coordinadores le dijeron lograría llegar a tiempo para el final del desfile, que va a un cauteloso paso con todas las prendas, incluso algunos le gritaban que se detuviera. Pero De la Renta le dio la señal para salir y a pesar de estar fuera de sincronía, terminó con un par de segundos extra bajo el reflector del desfile ataviada con un espumoso vestido de gala plateado.

La audiencia no pudo decir si el retraso fue una falla o a propósito, pero los aplausos llovieron cuando la modelo salió a la pasarela, De la Renta sonrió, salió a la pasarela e hizo una rápida reverencia, mientras decía «Gracias, gracias».

En la mayoría de las presentaciones, los guardias de seguridad aparecen en este momento, impidiendo a la audiencia acercarse a los diseñadores y sus paraísos atrás del escenario. Sin embargo, De la Renta se entretuvo cerca de la puerta, sin su séquito, para responder algunas preguntas del equipo de Vogue Estados Unidos y la extravagante directora de Vogue Japón, Anna Della Russo. De la Renta también se despidió de los directores de revistas, estilistas y vendedores que se dirigían a los ascensores, estrechando ocasionalmente alguna mano o dando un beso en la mejilla.

Otro desfile terminó y es difícil decir si sus años de experiencia o personalidad le permitieron tomarse todo con calma. A diferencia de los diseñadores que parecen egocéntricos enloquecidos. El proceso de montar un desfile de moda, en especial desde adentro, es mucho más profesional de lo que las fotos en Twitter y los reality shows hacen parecer.

«Mañana comienzo la nueva colección. Realmente comencé ayer cuando tuve que decidir los colores de la próxima temporada», dijo De la Renta. «Y entonces esto se vuelve un recuerdo. Olvidaré esta colección. Puedes preguntarme en un par de días sobre el vestido azul y yo te diré ¿Cuál vestido azul?».