El texto que algunos de ustedes leerán no contiene sorpresivas ni espectaculares revelaciones acerca de un tema que he abordado con anterioridad, pero lo enfoco nuevamente ahora porque incluye aseveraciones respaldadas por hechos referentes a las grandes desigualdades sociales y económicas que repercuten en el sistema democrático occidental y que se refleja en el modelo capitalista neoliberal adoptado por los gobiernos de Guatemala en las recientes décadas, habiendo profundizado la brecha entre los acaudalados y los pobres
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Un despacho de la agencia IPS escrito por Roberto Savio, da cuenta que el economista francés Thomas Piketty publicó un “monumental” análisis estadístico mundial titulado El Capital en el siglo XXI, que demuestra que el crecimiento económico se ha distribuido de manera desigual entre la gente común y los ricos, de manera que estos últimos captan la mayor parte de los beneficios y son cada vez más opulentos, entre otras causas, porque éstos se quedan con la parte principal del crecimiento, o sea dicho con palabras del autor de la investigación “Succionan su creciente riqueza del resto de la población”, que significaría que el mundo estaría volviendo a los tiempos imperiales de la reina Victoria (1897-1901) en Gran Bretaña, y de esa cuenta el capitalismo financiero lleva la delantera sobre el capitalismo productivo, lo que pone de manifiesto que el economista no es de tendencia socialista, como suele calificarse a todo aquel crítico del sistema.
El mismo reporte señala que el último número de la revista Alfa enumera los 25 gestores de fondos especulativos mejor pagados, que el año anterior ganaron la asombrosa suma de más de 21 millones de dólares, superando los ingresos nacionales de alrededor de una decena de países latinoamericanos y del Caribe, incluyendo a Guatemala, por supuesto.
Por su parte, el premio Nobel de Economía Paul Krugman escribe que, incluyendo al 0.1 % con mayores ingresos en Estados Unidos, se ha regresado al siglo XIX, y según el índice de multimillonarios los 300 individuos más ricos del mundo aumentaron sus riquezas el año pasado en 524 mil millones de dólares, más que los ingresos conjuntos de nacionales industrializadas de Dinamarca, Finlandia, Grecia y Portugal, no digamos raquíticos paisitos de Centroamérica.
Resulta, entonces que la política se ha subordinado a los intereses económicos, y no me refiero a Guatemala porque hasta resulta absurdo afirmar semejante obviedad, y de ahí que es una realidad palpable que en Estados Unidos, nación a la que se le menciona frecuentemente como paradigma del capitalismo y la democracia, un ciudadano común y corriente no tiene el mismo poder que un multimillonario, sobre todo después de que la Suprema Corte de esa potencia eliminó los límites a las donaciones a los partidos políticos.
Las elecciones presidenciales en Estados Unidos cuestan unos 2,000 mil millones de dólares, de tal manera que un norteamericano de la clase media o asalariado no es igual que Sheldon Adelson, el magnate que donó 100 millones de dólares al conservador Partido Republicano.
(El solterón Romualdo Tishudo asevera que la frase “Todos los hombres son iguales” fue creada por una mujer que no encontraba a su marido).