Desde una comisarí­a, Preval intenta gobernar a la destruida Haití­


Instalado en una comisarí­a de policí­a próxima al aeropuerto de Puerto Prí­ncipe, el presidente René Préval intenta con dificultad asegurar la supervivencia del Estado haitiano, que prácticamente se quedó sin oficinas gubernamentales en el devastador sismo del martes.


El Palacio Nacional, un enorme y soberbio edificio blanco que albergaba la presidencia, colapsó al igual que varios ministerios ubicados en el corazón de la capital haitiana.

«Hemos decidido ubicar de forma provisoria la sede de la presidencia y del gobierno en esta instalación de la policí­a para estar más cerca de nuestros aliados internacionales», justificó Preval.

El aeropuerto sirve para conectar a Haití­ con el resto del mundo. Actualmente está tomado por centenares de soldados estadounidenses que intentan organizar la llegada de ayuda. La temporaria sede presidencial podrí­a ser desplazada en cualquier momento, confió una fuente allegada al presidente.

Detrás de la puerta de la sede de turno de la presidencia, se erigen dos guardias para proteger al jefe de Estado. En la habitación contigua, el primer ministro, Jean-Max Bellerive, se reúne con los pocos ministros que pueden desplazarse.

Su otrora oficina, en las colinas de la capital, sirve ahora de albergue para centenares de familias.

«El gobierno ha perdido sus capacidades para funcionar, pero non está destruido», asegura el presidente de Haití­, visiblemente agotado.

Sentado detrás de una mesa redonda de menos de 4 m2, René Preval debate por teléfono con su homólogo dominicano Leonel Fernandez.

«Te agradezco Leonel», lanza en el teléfono que le tendió el embajador dominicano. «La comunicación es difí­cil, voy a desplazarme», continúa, y se aleja, posiblemente para no ser escuchado.

Lo que no es un secreto para nadie es que el gobierno funciona prácticamente sin seguridad. El presidente recuerda que pocas horas después del sismo del martes se desplazaba en moto, al igual que sus ministros, para constatar los graves daños en la capital.

«A mí­ me ha afectado personalmente, duermo en la casa de amigos. Aunque no logro dormir por las noches», cuenta el presidente haitiano a la AFP.

«Han muerto muchas personas entre mis allegados», comenta con tristeza Preval y las enumera: dos senadores, el escritor y geógrafo Georges Anglade y su esposa, los padres de un ministro, los hijos de otro y un amigo de larga data. «Somos todos ví­ctimas», se lamenta.

Las gotas de sudor afloran el rostro del jefe de Estado. Su oficina no está climatizada.

En medio de la conversación, el presidente se excusa para escuchar la información de que un senador acaba de ser rescatado entre los escombros y debe ser trasladado a República Dominicana para tratar sus heridas.

«Nadie está solo. Comprendo que hay gente que sufre porque tienen a sus padres entre los escombros, pero deben saber que hay miles de personas en la misma situación», dice Preval.

El mandatario insta a los haitianos a tener paciencia y condena a aquellos que acusan al gobierno de inacción. «Hay gente que subestima la extensión de los daños e insinúa que no vamos lo suficientemente rápido para dar seguridad. Es indecente aprovecharse del dolor de la gente para hacer polí­tica», retruca.

Preval comenta las prioridades de su gobierno, que comienzan con la distribución de gasolina para facilitar los desplazamientos y así­ poder asistir, sanar y alimentar a las ví­ctimas.

Al igual que Puerto Prí­ncipe, otras dos ciudades de Haití­ fueron destruidas por el sismo de magnitud 7: Petit-Goave y Jacmel (sur). Preval tiene previsto sobrevolarlas el sábado para hacerse una idea de los daños.