Hace algunos días, hablaba con don José de la Cruz Arias, usualmente conocido como Chepe Arias, líder comunitario en Lo de Fuentes, jurisdicción de Mixco. Comentábamos acerca de la situación caótica que vivimos los guatemaltecos, y don Chepe me dice: sabe qué paisano, el tiempo que vivimos, no es ni más ni menos que una descomposición social total, que dicho sea de paso, apunta a un estallido social. La mera verdad, es que el incremento de secuestros, extorsiones, masacres, narcomatanzas, sicarios, mareros, y en fin, la retahíla de parásitos antisociales que se han multiplicado; indica el bajo rendimiento de los valores morales que paulatinamente han ido desapareciendo. Por ejemplo, los linchamientos acá en Guatemala, es una manera de hacer justicia por cuenta propia, pero todo se debe a que la justicia no se aplica como tal, y en virtud de los mismos, gente endiablada con raíces de odio, amargura, y resentimiento, toman justicia por mano propia y llegan al extremo de eliminar a cualquiera en cuestión de segundos. Fíjense ustedes, que estamos a 12 años de haberse firmado los Acuerdos de Paz, sin embargo, parece que la mentada paz sólo quedó plasmada en papel. Es el colmo, que en las mismas filas de las autoridades encargadas de la seguridad ciudadana, se encuentren infiltrados delincuentes uniformados, a tal grado que en algunas comisarías de la PNC, han sido plenamente identificados grupos de malhechores. Para qué andar con rodeos y decir cosas bonitas, si la mera verdad es que esa es la realidad que vivimos en Guatemala. La justicia se caracteriza por su debilidad, frente a la incapacidad de las entidades del Estado y sus flojas autoridades, que no tienen valor suficiente para castigar a los criminales o a lo mejor se venden al mejor postor. Figúrese usted, que doña Marlene Blanco dice que hay colonias conflictivas, consideradas zonas rojas, que son territorio que pertenecen a mareros o narcos, y que debido a ello, la policía no puede entrar. ¿Qué quiso decir con esto? A decir verdad, Guatemala, es un país de salvajes, donde no sólo los humanos son linchados, vapuleados, lapidados, decapitados, sino también quemados. La situación se pone cada vez más trompuda y para colmo de males, como que no hubiera voluntada para erradicar a estas bestias salvajes y controlar la situación a efecto de que la población respire al menos un poquito de seguridad. Recientemente, Carlos Castresana, el jefe de la CICIG dijo: «si no se logra cerrar el paso a los mexicanos (narcos), dentro de dos años, serán los dueños del país, esa es la realidad, puntualizó».