Al profusamente empleado término de desarrollo se le han agregado apellidos de tal suerte que las acciones de éste van, precisamente en moda con cierta necesidad o necesidades de la población a la que se desea llegar con el desarrollo. Así, desarrollo de tal o cual cosa. El hecho es que se empujó hasta donde se ha podido con el transporte colectivo y al llamado rescate del Centro Histórico, como una expresión de desarrollo urbano. Y en este contexto también se han adornado arriates y otras áreas aledañas a los pasos de los vehículos automotores. Pero, ¿a eso se le puede llamar desarrollo urbano?
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El municipio de Guatemala concentra para sí el mayor número de habitantes del país. Es, por cuestiones económico estructurales, el municipio que más inmigración diaria recibe. Es, por extensión el que cuenta con la mayor cantidad de servicios, entre públicos y privados. Esto explica la existencia de la mayor cantidad de avenidas, calles, bulevares y vías de locomoción de todo el país. Por esas características y otras, lo hacen el municipio más densamente poblado de toda la región centroamericana. En consecuencia los problemas aquí concentrados son de los más complejos.
No hablemos de la recolección de basura, ni de un tren de aseo. No hablemos de la dotación de agua potable. Tampoco de la eficiencia del alumbrado público. No mencionaremos los profusos mercados de día. No mencionaremos lo relativo al transporte colectivo, tan en boga hoy día, pero descuidado en las últimas dos décadas. Solo un tema. Solo una arista del desarrollo urbano, hablemos del desplazamiento dentro del casco urbano, ahí en el centro, es decir del histórico y las calles y avenidas aledañas. Hablemos del viaje en automóvil. Ahí en donde hay una red de semáforos cuyo costo total superó los cuarenta millones de quetzales en el ya lejano período 1996-2000. ¿Cuánto es el plazo máximo de su vida útil?
La campaña permanente de promoción del alcalde metropolitano ha pasado inadvertida a juicio de las autoridades electorales, pues no es una promoción tan simplista como la del recién sancionado grupo gestor de un partido político. Es una divulgación disfrazada de noticia. Es una promoción personal, pero envuelta en hechos que se venden como sucesos poco comunes y por ello relevantes, novedosos (pero constantes). Es una promoción permanente, inteligente y elaborada.
Pero volvamos al tema impuesto. Desplazarse, por ejemplo de la Avenida Elena hacia el oriente capitalino, es recorrer más de diez cuadras, con sus esquinas acompañadas de los susodichos semáforos, es tedioso. Es lento. No existe la llamada sincronización. De cuadra a cuadra, cada luz parpadeante se activa a su propio ritmo, a sus independientes cronos. Sin armonizar con el entorno. Sin producir fluidez. Sin favorecer la locomoción. Sin contribuir a la economía en el consumo de combustible. Ahí están los semáforos en cada esquina y con una autonomía tal que refleja un enorme descuido. Un gran abandono al desarrollo urbano con el que el alcalde se ufana cada vez que puede.
Y ahora alejándonos un poco de dicha área, veamos el desempeño de las obras denominadas «pasos a desnivel». Inversiones onerosas de solución parcial e incompleta. ¿Sobre la base de qué estudios se han emprendido dichas obras y de qué manera se han divulgado previamente para estimar que en efecto éstas han de contribuir en la solución que se busca alcanzar? Pero «Tú eres la muni».
Hace falta mucho, más allá de la profusa propaganda que enaltece la figura del reelecto alcalde municipal. Hace falta atender muchas aristas de la amplia problemática de este importante municipio en el que se ha transformado la capital del país. De desarrollo urbano tenemos algo. Una pizca. Pero quizás habrá que esperar a alguien con un sentido de prospectiva y visión como lo fuera Manuel Colom Argueta y tal espera puede ser aún por un tiempo indefinido.