Hay palabras que a mucha gente le producen temor, como Lucifer, asesinato, maras; otras producen vergí¼enza, como sexo, pene o prostitución. Y no me digan que no, porque en Guatemala, todos, o la mayoría, padecemos de una moral persignada, con el perdón de protestantes y practicantes de otras creencias, igual todos, sin importar credo alguno, nos aporreamos el pecho.
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Una de esas palabras que causa espanto es Sida, porque si empezamos a hablar con propiedad y la diferenciamos del VIH y abordamos a cada una como tal, nadie entiende, nadie quiere entender, nos tapamos los oídos para evitar la realidad. Lamentablemente sólo nos cubrimos eso, porque muchos, y por qué no decirlo, muchas, no toman conciencia a la hora de tener relaciones sexuales y olvidan que existen preservativos, que a los niños no los trae la cigí¼eña, y van por el mundo sin saber, porque casi nadie se examina, si portan alguna enfermedad.
Y así vienen los niños, algunos ya infectados, y los virus se extienden, pero eso sí, cuando alguien abiertamente lo dice, “tengo Sidaâ€, “soy VIH positivoâ€, todos damos la vuelta, corremos a lavarnos las manos y no podemos dejar de pensar si ese chavo habrá tenido relaciones con otro hombre, o si es mujer si es puta, así con esa expresión (con el perdón de mis lectores).
El VIH y el Sida son enfermedades, hoy por hoy, casi tan comunes como el cáncer, prevenibles, eso sí, si se usa la cabeza y un condón. Cada día mueren personas a causa de estas enfermedades; alguien diría por ahí que cada día mueren un montón a causa de balas perdidas o dirigidas, pero el punto es que cada día se invierte dinero del Estado, cuando bien les va, porque es muy poco lo destinado a este tema, en curar estas enfermedades, que podrían no darse si nuestra cultura, con su apretado moralismo, nos permitiera hablar claro de sexo, de preservativos, de preferencias, de libertad con conciencia y de responsabilidad. Ojo señores y señoras que aspiran a la Presidencia, este tema es muy importante.