Para que no haya confusión, no estoy hablando de la derecha sinvergí¼enza sino de la derecha sin vergí¼enza, es decir aquella que no es vergonzante. De acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española, sinvergí¼enza significa pícaro o bribón, una persona que comete actos ilegales en provecho propio o que incurre en inmoralidades. Por vergonzante la misma institución ha establecido en su diccionario que significa a aquel que tiene vergí¼enza. Cuando hablo de derecha sin vergí¼enza entonces significo a aquella derecha que no se avergí¼enza de serlo. Debo decir que estas reflexiones me las inspiró un artículo escrito por un estimable columnista de La Hora. Me refiero a Mariano Rayo quien en su columna del 27 de abril de este año escribió: «Sal ya del armario, di que eres de derecha». Ese debe ser el lema de quienes estamos cansados y aburridos de ver cómo nos llevan por una senda directa al despeñadero, donde prevalece el desorden, el caos, la ingobernabilidad y el irrespeto a la autoridad. Una situación donde sólo lo «políticamente correcto» tiene cabida para todo y por todo.â€.
Quiero decir que el referido artículo llamó poderosamente mi atención porque ha sido frecuente en las críticas a mi columna por parte de los lectores que me hacen el favor de leerla, el decir que esto de dividir al mundo en derecha e izquierda es una forma de pensar anticuada, binaria, simplista. Uno de los grandes politólogos italianos del siglo XX, Norberto Bobbio, escribió una obra que es ya clásica sobre este tema: “Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción políticaâ€, editado por Taurus en Madrid 1995. Lo que sucede con aquellas personas a la cuales les parece antipática la diferenciación entre izquierda y derecha, es que generalmente están ubicadas en la derecha y se avergí¼enzan de estarlo. No son derecha sin vergí¼enza sino son derecha vergonzante. Tenía tiempo de venirlo pensando cuando en un seminario organizado hace unos años en Guatemala por el Instituto Holandés de Democracia Multipartidaria le escuché decir a Ludolfo Paramio: “cada vez que oigo que alguien dice que ya no existen ni la izquierda ni la derecha, pienso inevitablemente que ese alguien es de derechaâ€. Esta es la gran paradoja del último tercio del siglo XX. Habiendo resultado victoriosa la derecha en el marco de la Guerra Fría y en el contexto de la crisis de la socialdemocracia y el triunfo neoliberal, la izquierda nunca se ha avergonzado de serlo mientras que la derecha ha asumido la negatividad del vocablo “derechaâ€.
Por ello, independientemente de que yo esté de acuerdo en la forma que caracteriza a la derecha, el artículo de Mariano Rayo me parece valioso. Reivindica el orgullo de estar adscrito en una postura de derecha. Y por este camino podemos volver a la época de los partidos que se articulan en torno a una ideología y la política que le es consecuente. Los partidos si siguieran ese razonamiento dejarían de ser solamente grupos de interés que aglutina oportunistas, los cuales apuestan en algún momento a llegar a controlar el Ejecutivo para poder tener manga ancha para hacer negocios y beneficiarse con la corrupción.
Por supuesto que dividir los campos de la política entre izquierda y derecha no significa ignorar una buena cantidad de matices que se dan en estos dos campos. La izquierda y derecha extrema, el centro izquierda y el centro derecha podrían ser algunos de estos matices. Mariano Rayo propone distinguir “la derecha social†de “la derecha políticaâ€. Yo propongo distinguir la derecha neoliberal de la derecha clerical o confesional. Y de igual manera sucede en la izquierda que tiene una particular vocación por la diferenciación y el fraccionamiento muchas veces motivados por criterios doctrinarios e ideologizados.
Por de pronto en este año electoral tendremos que ver cómo se comportan los dos grandes campos o posturas políticas e ideológicas. Si las candidaturas de Otto Pérez Molina (quien por cierto no era el plan A de la derecha) y de Sandra Torres capitalizan cada una de ellas una parte significativa del electorado, veremos una competencia polarizada ante la cual los distintos matices de la derecha e izquierda irán tomando partido.
Y lo que muchos niegan que existe, la derecha y la izquierda en sus distintas vertientes, se irán alineando con entusiasmo o sin él en torno a dichas candidaturas. Hago votos porque esto suceda con el menor costo humano y político.
Quiero decir que el referido artículo llamó poderosamente mi atención porque ha sido frecuente en las críticas a mi columna por parte de los lectores que me hacen el favor de leerla, el decir que esto de dividir al mundo en derecha e izquierda es una forma de pensar anticuada, binaria, simplista. Uno de los grandes politólogos italianos del siglo XX, Norberto Bobbio, escribió una obra que es ya clásica sobre este tema: “Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción políticaâ€, editado por Taurus en Madrid 1995. Lo que sucede con aquellas personas a la cuales les parece antipática la diferenciación entre izquierda y derecha, es que generalmente están ubicadas en la derecha y se avergí¼enzan de estarlo. No son derecha sin vergí¼enza sino son derecha vergonzante. Tenía tiempo de venirlo pensando cuando en un seminario organizado hace unos años en Guatemala por el Instituto Holandés de Democracia Multipartidaria le escuché decir a Ludolfo Paramio: “cada vez que oigo que alguien dice que ya no existen ni la izquierda ni la derecha, pienso inevitablemente que ese alguien es de derechaâ€. Esta es la gran paradoja del último tercio del siglo XX. Habiendo resultado victoriosa la derecha en el marco de la Guerra Fría y en el contexto de la crisis de la socialdemocracia y el triunfo neoliberal, la izquierda nunca se ha avergonzado de serlo mientras que la derecha ha asumido la negatividad del vocablo “derechaâ€.
Por ello, independientemente de que yo esté de acuerdo en la forma que caracteriza a la derecha, el artículo de Mariano Rayo me parece valioso. Reivindica el orgullo de estar adscrito en una postura de derecha. Y por este camino podemos volver a la época de los partidos que se articulan en torno a una ideología y la política que le es consecuente. Los partidos si siguieran ese razonamiento dejarían de ser solamente grupos de interés que aglutina oportunistas, los cuales apuestan en algún momento a llegar a controlar el Ejecutivo para poder tener manga ancha para hacer negocios y beneficiarse con la corrupción.
Por supuesto que dividir los campos de la política entre izquierda y derecha no significa ignorar una buena cantidad de matices que se dan en estos dos campos. La izquierda y derecha extrema, el centro izquierda y el centro derecha podrían ser algunos de estos matices. Mariano Rayo propone distinguir “la derecha social†de “la derecha políticaâ€. Yo propongo distinguir la derecha neoliberal de la derecha clerical o confesional. Y de igual manera sucede en la izquierda que tiene una particular vocación por la diferenciación y el fraccionamiento muchas veces motivados por criterios doctrinarios e ideologizados.
Por de pronto en este año electoral tendremos que ver cómo se comportan los dos grandes campos o posturas políticas e ideológicas. Si las candidaturas de Otto Pérez Molina (quien por cierto no era el plan A de la derecha) y de Sandra Torres capitalizan cada una de ellas una parte significativa del electorado, veremos una competencia polarizada ante la cual los distintos matices de la derecha e izquierda irán tomando partido.
Y lo que muchos niegan que existe, la derecha y la izquierda en sus distintas vertientes, se irán alineando con entusiasmo o sin él en torno a dichas candidaturas. Hago votos porque esto suceda con el menor costo humano y político.