La oposición noruega de derecha, con los populistas al frente, se perfila como la posible vencedora en las elecciones legislativas del lunes, lo que generaría una alternancia en el poder en este país rico en petróleo que sufrió relativamente poco la crisis económica.
Aritméticamente, los cuatro partidos de derecha podrían obtener la mayoría parlamentaria y obligar a dimitir a la coalición de izquierda saliente, según los pronósticos de los sondeos.
Y, sin embargo, el primer ministro laborista, Jens Stoltenberg, en el poder desde 2005 con sus aliados socialistas y centristas, puede jactarse de un balance positivo.
Rica en petróleo y en los primeros lugares del índice de desarrollo de la ONU que mide la calidad de vida, Noruega amortizó la crisis recurriendo a su gigantesco fondo soberano de 227 mil millones de euros (unos 395 mil millones de dólares).
Tras una breve recesión, el país tiene hoy el nivel de desempleo más bajo de Europa.
«No es una casualidad. Es porque el gobierno pasó al frente, tomó una serie de medidas fuertes e hizo todo para ayudar a Noruega a salir indemne de la crisis», estima Stoltenberg.
Pero sin embargo, desde que el país empezó en 1996 a invertir prudentemente sus beneficios petroleros en un fondo de pensión, ningún gobierno logró ser reelecto.
Algunos analistas consideran que se trata de la «maldición del petróleo». A pesar de su opulencia, los noruegos sancionan a los gobiernos salientes porque consideran que éstos utilizan los «petrodólares» con excesiva moderación.
«Cuando un Estado tiene enormes beneficios petroleros, es muy fácil hacer vibrar el descontento señalando los disfuncionamientos. Podemos hablar de «petro-demagogía»», explica Harald Stanghelle, jefe del servicio político del diario Aftenposten.
Los populistas del Partido del Progreso, primera fuerza de la oposición con un cuarto de las intenciones de voto, abogan en favor de importantes reducciones de impuestos y más inversiones públicas con una mayor utilización del fondo de pensiones.
«Lo esencial, no es la cantidad de dinero que gastamos sino cómo lo gastamos. Invertir en infraestructuras no es derrochar, es invertir en el crecimiento futuro», afirma la jefa del partido, Siv Jensen.
Este discurso, combinado con promesas para restringir la inmigración y el rechazo de la «islamización cada vez más importante» de la sociedad surte efecto entre los electores.
«Noruega es el país más rico del mundo pero aun pagamos los impuestos más importantes. El IVA de 25%, impuestos extraordinarios a los vehículos y ruinoso impuesto a la renta», sostiene Baard, de 45 años, director de una pequeña empresa, que votará por el Partido del Progreso el lunes.
Aunque parezca que pueda hacer caer el gobierno de izquierda, el bloque de derecha es pocon sólido y no hya logrado todavía un acuerdo sobre la composición de una coalición gubernamental en caso de victoria.
Durante una campaña en donde los temas «candentes» -la candidatura a la Unión Europea, la presencia militar en Afganistán- no fueron tocados, el interés recayó sobre el teje y desteje de alianzas.
Los dos partidos de centroderecha, los demócratas cristianos y los liberales, que logran juntos un poco más del 10% de la intención de voto, se rehúsan a compartir bancadas con los populistas en un gobierno en el que también habría conservadores.
Siv Jensen, excluye apoyar un gobierno del que no participaría.
Estas divisiones podrían favorecer a la dirigente del Partido Conservador, Erna Solberg, que, con un 15% de las intenciones de voto, podría ocupar el papel de unificadora entre el centro-derecha y los populistas, en incluso, en caso de desacuerdo, hacer que vuelva al poder Jens Stoltenberg, que se encontraría al frente de un gobierno únicamente laborista y minoritario.