Siempre he sostenido que los lectores tienen derecho a expresar su opinión respecto a los artículos que publica el columnista, sobre todo cuando se trata de un tema de interés general que afecta a la mayoría de los ciudadanos.
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Precisamente a raíz de la publicación de dos artículos (jueves 18 y sábado 21) acerca de la propuesta del representante Manuel Baldizón, encaminada, entre otros objetivos, a reducir el número de diputados, personas que visitan mi columna por medio del sitio Web de La Hora y otros que me escribieron a mi buzón electrónico se refirieron a esa iniciativa y a otros aspectos nada agradables referentes al Congreso de la República.
Gil Zu, un compatriota que reside en México, dice que «La mugre de que habla Manuel Galich se viene arrastrando desde 1954 con los gobiernos militares, civiles y empresariales, y la solución (a los problemas de corrupción que rodean al Congreso) consiste en la convocatoria a una asamblea nacional constituyente. De otra manera, no sorprendería que de repente amanezcan cien mil personas frente al Congreso, exigiendo la renuncia de los diputados».
Don Rolando Rodríguez afirma que «Todos estamos de acuerdo con la reducción del número de diputados. Para mejorar el sistema democrático, a mitad del período de cada diputado debería someterse a un referéndum. De perder, renunciaría, y se elegiría a su sustituto. Pero tenemos que participar todos los ciudadanos (en la eventual depuración del Congreso)».
El señor Rosendo Padilla se limita a indicar que «la reducción del número de diputados no les agrada a varios de los representantes», mientras que el lector Julio Calderón advierte que «no soy partidario de nadie, pero creo que el diputado Baldizón va por buen camino. El Congreso debe reducirse a 80 diputados».
Por su parte, nuevamente escribe don í‰ufrates García, quien es tajante en su opinión, al indicar que para lograr la reducción del número de diputados, se deberían elegir dos por cada distrito electoral, siempre que los candidatos tengan 10 años de residir, como mínimo, en el departamento de que se trate, que carezcan de antecedentes penales y que no hayan sido sujetos de procesos civiles, además de que la votación debe ser directa, eliminar el privilegio de antejuicio de que disfrutan los diputados, y que «sepan leer y escribir muy bien».
El señor Ricardo de la Cruz Tabalán me escribió para recriminarme porque yo esté contribuyendo a «salvar a los corruptos, saqueadores y estafadores que integran la actual legislatura», por haber publicado la iniciativa de ley del diputado Baldizón. Recomienda a todos los columnistas que se «unan graníticamente para depurar al Congreso, a fin de que sean expulsados de sus curules todos los diputados que no sólo han participado en hechos ilícitos, sino también protagonizan escándalos en el recinto parlamentario con sus conductas agresivas e insolentes».
De similar parecer es la lectora Rosalinda Laparra de Bayle, pero considera que hay diputados que no «están involucrados en acciones reñidas con la ley y no son de los que teniendo tan poca cultura y careciendo de sólida formación académica, llegan al extremo de insultarse en el pleno del Congreso y de participar en riñas tumultuarias, como si fueran vulgares verduleras, con el perdón de estas señoras trabajadoras».
También don Justiniano Pacheco de León se manifiesta por la depuración del Congreso, «para que sólo queden en el Organismo Legislativo los diputados y diputadas que han salido indemnes de acusaciones y han mostrado una satisfactoria conducta»; mientras que el licenciado Rocael Vicente Rodríguez Vallecidos se une a quienes exigen que los diputados que hayan violado la ley, sean separados de inmediato de sus cargos y sometidos a procesamiento penal.
Finalmente, doña Rosa María Enríquez de Barrios está convencida de que los diputados Eduardo Meyer (presidente con permiso) y Rubén Darío Morales (ex presidente del Legislativo) «simplemente se burlarán de la Ley, porque seguirán campantes ante la opinión pública».
(El diputado Romualdo Kongresista le dice a un colega suyo: -Siempre doy el 100 por cien de mi trabajo. Un 25% la primera semana y los restantes 75% durante las tres semanas siguientes).