Una depresión tropical se formó hoy frente a las costas de México en el Pacífico. Una depresión que pronto podría convertirse en tormenta tropical. Esto es lo que nos dicen las notas de prensa en las primeras páginas como titulares. ¿Se ha dado cuenta que somos un continente con serias tendencias a la depresión? Ya sea la naturaleza o las personas, en este lugar del planeta lo que cuenta es la depresión.Â
Vivimos deprimidos y las causas son abundantes. Nos deprimimos por ser lunes, por no tener trabajo, por la pareja infame que tenemos a nuestro lado, por el fracaso escolar de los hijos, por las cosas que no podemos comprar, por ese amor inalcanzable, por esa mujer que juega con nosotros a las escondidas… en fin, hasta la política nos deprime. Nos pone tristes el presupuesto del Estado, los millones irrecuperables desaparecidos en el Congreso, los discursos de ílvaro Colom, el egoísmo de la oligarquía, los medios de comunicación vendidos a la oligarquía, los periodistas, los columnistas y hasta nosotros mismos cuando medio hacemos introspección y nos examinamos.
Si uno fuera benévolo consigo mismo se entendería por qué ese deseo loco de visitar centros comerciales para comprar aunque sea un helado. Entendería uno por qué tanta fidelidad a las cantinas para ahogarse en alcohol. Seríamos capaces de ser tolerantes en la infidelidad y búsqueda de tantas parejas. Admitámoslo, los moteles tienen éxito porque somos una sociedad deprimida. No tendríamos tantos escapes -huidas-, si no fuera porque la vida es insoportable.
La naturaleza puede aguantar sus depresiones tropicales, pero nosotros no. Por eso nos refugiamos en la religión, los estudios, el trabajo y hasta la familia.  Somos seres en busca de refugio en una vida que nos es horrorosa. Nada extraño que seamos un país de vicios y extremos. Lo nuestro no es el equilibrio, sino la vida a tope. Si bebemos, lo hacemos hasta quedar tirados. Si nos gusta el fútbol, pasamos todo el día frente a la televisión. Y si del amor se trata, queremos todas las mujeres del mundo. El justo medio no está inscrito en nuestro ADN.Â
Lo extraño es que los psicólogos de nuestro país no tengan mucha clientela. Tengo amigos que se quejan de la falta de pacientes. Uno supone que cada uno se cura solo y se aplica remedios caseros. Las mismas medicinas empleadas por los papás: la vagabundería como acto de huida, la violencia o la represión que finalmente desemboca en heridas. Lo bueno en todo esto es que la depresión nos afecta a todos por igual. En Guatemala no sólo viven deprimidos los que no tienen qué comer o los desempleados, sino también los oligarcas.
Los ricos también viven la afección de los vientos huracanados. Sufren por miedo a la expropiación de sus tierras, por el terror al secuestro, por la quiebra de bancos y hasta por un artículo de prensa. Los ricos son tan desgraciados como el que más en este país. Por eso es fácil encontrárselos (de un tiempo para acá) también llenando las sillas de las iglesias o en los mismos lugares citados arriba.  No nos olvidemos que los ricos también son humanos, quizá demasiado humanos.
Dichosa la naturaleza que tiene tiempos puntuales para sus depresiones. En nosotros es una enfermedad que sólo termina con la muerte.