Si uno toma como propio el caso de los migrantes, ahora deportados al por mayor de EE.UU., lo sensible gana terreno con fuerza increíble y refleja que aún somos humanos, en medio de la jungla que es el ambiente nuestro. Mueve a la consideración de inmediato puesto que constituye un verdadero drama social.
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No es para menos tal situación que ve fallidos totalmente los planes o castillos derrumbados que hacen por obra de la necesidad miles de connacionales. En el aspecto personal y también en el de quienes conforman su familia significa un duro golpe cuyas consecuencias atañen igual, sin duda alguna.
Bien sabido viene a ser el principal impacto económico que ocurre tras las deportaciones en mención, habida cuanta que cuando logran laborar en esas lejanas tierras, en forma ilegal, envían las importantes remesas familiares. Tales fondos de dólares convertidos en moneda nacional significan un puntual verdadero.
Sus beneficiados, la mayoría de casos emplean ese dinero ganado con sudor, amargura y lágrimas en modo conveniente, conscientes del esfuerzo aludido. ¿Habrá casos de derroche? La respuesta es obvia, siempre existen las infaltables excepciones en toda regla. Pero constituye un acto reprochable, nadie está de acuerdo.
Inclusive las mismas a título de divisas ingresadas en buenos momentos refuerzan, asimismo, la economía del Estado, en concepto de cataratas indispensables. De modo y manera que ellas deportaciones masivas disminuyen por supuesto aquel caudal en las dos direcciones subrayadas en estas líneas.
Convencen los beneficios de mérito si por ventura pasamos la vista en algunos ejemplos de viviendas mejoradas en todo sentido; la apertura de negocios formales y una mejoría de la calidad de vida de la parentela. Ello mediante un viaje en dirección a poblados y hasta aldeas localizadas en el interior del país.
Razón de peso hay entonces para pensar con claridad cuánto es de lamentable el hecho patente y recurrente de las deportaciones al por mayor. Si en años anteriores afectaba, mucho más en la actualidad, tiempo de crisis económica que bate récord en lo que va del año 2008. La diferencia es notoria además de ostensible, a no dudar.
Sin embargo, el problema agudo y de resonancia manifiesta continúa de parte de los deportados semana tras semana, en virtud que no deponen su decisión de alcanzar de cualquier manera la concreción del «sueño americano». Un corto tiempo permanecen en su tierra y después con denuedo vuelvan a intentar, a pesar de los pesares ingresar a EE. UU.
Arreglos sobre el particular, mediante la vía diplomática y de gobernante a gobernante, sin variación, fracasan siempre y no dan visos que de repente cambien las cosas. El estatus prosigue inconmovible por lo visto hasta en la actualidad, salvo que el nuevo presidente ha elegirse allá obre de modo distinto al esquema mantenido.
La letra muerta de las leyes de la materia en el país norteño permanece y permanecerá inconmovible, demás es creer que alguien se base en el espíritu y diferente perfil de su legislación. En pocas palabras están en su derecho de proceder como lo llevan a cabo, ajenos a consideraciones ni rasgos humanos.
Se habla bastante en torno a una posible solución consistente en evitar esa actitud migrante de tantísimo compatriota, creando empleos y fuentes de trabajo en Guatemala. Empero, mientras eso puede tener posibilidad la población en general la pasa entre pobreza y extrema pobreza. Esa es la realidad nuestra.