Deploramos la ausencia fí­sica de Marina


En esta vida que a ratos pensamos que no es vida, quizá por las situaciones que estamos viviendo en esta pobre patria nuestra, así­ como tenemos algunas sorpresas gratas, tenemos también sorpresas ingratas que, infortunadamente, nos están afectando en esta hora dramática del mundo.

Marco Tulio Trejo Paiz

La edición del martes 18 de noviembre recién pasado de LA HORA nos sorprendió con la infausta noticia del fallecimiento de la periodista Marina Marroquí­n Milla.

Conocimos a Marina en la ya un tanto lejana oportunidad de habernos sumado al cuerpo de reporteros-redactores del citado vespertino que, a la sazón, contaba con la dirección del licenciado Clemente Marroquí­n Rojas.

Fue así­ como nos relacionamos casi a diario con Marinita respecto de asuntos de carácter administrativo que ella tení­a a su cargo en el valiente vespertino del campo independiente. Siempre fue muy cordial con nosotros, lo mismo que Oscar, Olguita y Marí­a Mercedes, sus hermanos.

Desde el dí­a en que dejamos de pertenecer al «staff» de redacción del diario no veí­amos a Marinita, pero nos encontramos con ella hace algunos años al asistir a un acto efectuado en la Avenida de las Américas de la localidad en homenaje al licenciado Clemente Marroquí­n Rojas, quien, valga decir, es considerado epónimo de la prensa guatemalteca.

Dicho sea de paso, la colega y amiga Eugenia Gordillo, dinámica directora de la Hemeroteca Nacional, entidad que por cierto tiene rango centroamericano y ostenta el nombre del licenciado Clemente Marroquí­n Rojas, tuvo la gentileza de invitarnos para participar en el referido acto. Fue entonces que volvimos a ver y a saludar a Marinita.

Posteriormente, para complementar nuestro tiempo de ejercicio profesional en el campo periodí­stico en el Instituto de Previsión Social del Periodista (IPSP), tuvimos necesidad de abocarnos a Marinita para solicitarle una constancia relacionada con el trabajo que durante varios años realizamos como reporteros-redactores al servicio de LA HORA, y ella, con presteza, nos extendió tal documento.

Permí­taseme decir que Marina Marroquí­n Milla fue una dama que mereció distinguida consideración, afectos y respeto en sus múltiples relaciones sociales y laborales. Y es que era dueña de singulares virtudes.

Se ha dicho que en vida es cuando debe rendirse homenaje a las personas resaltando sus cualidades y sus méritos, pero casi por lo general eso únicamente se hace después de los solemnes instantes de su desaparición fí­sica. Hasta entonces se hace referencia a sus ejecutorias cí­vicas y humaní­sticas; a su producción literaria, a lo que se enmarca en lo intelectual, a su don de gentes, etcétera.

Son significativas las manifestaciones de condolencia que han expresado a través de los medios de comunicación familiares, hombres de empresa, compañeros de trabajo y amigos en general de Marinita, manifestaciones a las cuales nos sumamos hoy, aunque un poco tarde, incluso, en especial, para con su hermano Oscar Marroquí­n Milla, para con su sobrino Oscar Clemente Marroquí­n Godoy, sus hijos José Rubén, Minayú, Marina, Armando y demás familia.

¡Descanse en paz, Marinita Marroquí­n Milla! Deseamos cristiana resignación a todos sus deudos y que Dios los bendiga.