Democracia y prosperidad vinculadas


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La pasada década ha sido un relato de logro democrático y económico en América Latina y el Caribe. Las economías de la región crecieron en una tasa de un cuatro por ciento al año, el comercio con Estados Unidos casi se triplicó y más de 73 millones de personas pudieron salir de la pobreza.

John Kerry
Secretario de Estado


Esta transformación no ocurrió de la noche a la mañana y tampoco fue por accidente. La creciente prosperidad fue resultado del esfuerzo sostenido para abrir e integrar mercados, fomentar la innovación y admitir que una sociedad logre la verdadera prosperidad y la estabilidad económica al abrazar la inclusión.

Cuando Estados Unidos se suma esta semana a otros gobiernos del Hemisferio en la Asamblea Anual de la Organización de los Estados Americanos, en Asunción, Paraguay, podremos celebrar merecidamente el progreso económico de la región y destacar el lazo claro entre democracia y prosperidad.

Al celebrar las ganancias debemos mantener la atención en el camino por delante. La senda que precisamos seguir es clara como el cristal. Los líderes de todo el Hemisferio necesitan hacer a un lado las diferencias raciales en favor de la inclusión, abogar en favor de los derechos de la mujer y reconocer que la orientación sexual es un asunto privado. Deben favorecer el progreso económico con la apertura de los mercados al libre comercio, ampliando las oportunidades para la gente joven dispuesta a incorporarse al mercado laboral.

Estados Unidos está comprometido a trabajar con nuestros asociados para lograr esas metas. Por eso apoyamos iniciativas como la Red Interamericana de Protección Social, que promueve prácticas óptimas y el acceso de grupos vulnerables a los servicios básicos en el Hemisferio. Es por ello que somos el apoyo directo de asociados en todas las Américas, como con la enorme inversión, plurianual, que estamos haciendo para mejorar los esfuerzos de Colombia en el acceso a una mejor justicia y a combatir las violaciones a los derechos humanos en regiones que se recuperan del conflicto.

Y es por ello que el presidente Obama creó la iniciativa Fuerza de 100.000 en las Américas, que pretende aumentar drásticamente la cantidad y diversidad del intercambio de estudiantes en todo el Hemisferio. Invertir en la educación y las oportunidades para la gente joven es invertir en el futuro.

El desarrollo inclusivo requiere instituciones democráticas eficaces y que rindan cuentas. Exige el confiable tipo de liderazgo que la Organización de los Estados Americanos ha demostrado al monitorear con sus expertos las recientes elecciones presidenciales en Panamá y Colombia. Por medio de su destacable Sistema Interamericano de Derechos Humanos, la alianza defiende la libertad de expresión, protege a la sociedad civil y obliga a todos los gobiernos del Hemisferio, incluido el mío, a cumplir los principios democráticos universales.

Esta tarea es particularmente importante cuando algunos han propuesto la falsa opción entre desarrollo y democracia. De hecho, las Américas han demostrado que lo opuesto es verdad: que la gobernabilidad democrática que rinde cuentas, es el camino más seguro para ampliar las oportunidades sociales y económicas.

La paz, la seguridad y el desarrollo son los objetivos básicos de la propia OEA, razón por la cual sigue siendo la alianza regional más antigua y vibrante del mundo. Pero no podemos quedarnos en el pasado. Todos los miembros de la OEA deben duplicar sus compromisos con esos objetivos.

Estados Unidos está profundamente comprometido a trabajar con nuestros socios en la OEA para asegurarnos de que el progreso continúe y se cumpla la Carta Democrática Interamericana en su totalidad. Es por ello que la Asamblea General de la OEA fue mi primera visita al Hemisferio el año pasado, luego de asumir el cargo de Secretario de Estado, y la razón por lo que  he pedido a la vicesecretaria de Estado Heather Higginbottom que represente a Estados Unidos en la reunión en Asunción.

Podemos estar muy orgullosos de la trayectoria positiva del hemisferio. Pero para que esa trayectoria siga adelante, Estados Unidos y nuestros asociados en la OEA deben adherirse muy de cerca a nuestros valores comunes de inclusión y democracia. Los ciudadanos de nuestro Hemisferio no se merecen nada menos en un momento en que es posible hacer mucho más.