¿DEMOCRACIA REPRESENTATIVA?


La sumatoria de los votos nulos y en blanco arroja un resultado contundente que al electorado no le satisfizo la oferta electoral y que tampoco cree en el sistema de partidos polí­ticos.

Lic. Mario Guerra Roldán

Después de los movimientos revolucionarios del Siglo XVIII resurgió fortalecida la democracia como sistema de gobierno, pero como una democracia representativa, modalidad adoptada por la mayorí­a de los estados modernos, sobre todo, del llamado mundo occidental.


En Guatemala no fue sino hasta 1945 en que se incorporó a nuestro sistema polí­tico esta forma de gobierno, pero que infortunadamente poco duró. En 1985 al entrar en vigor la actual Constitución Polí­tica de la República de Guatemala, se volvió a experimentar una democracia representativa, después de un largo perí­odo en que gobiernos militares autócratas y represivos, prohijaron el fraude en elecciones que fueron una burda mascarada democrática.

En la apertura que se dio en 1985, se crearon normas para la constitución, organización y funcionamiento de los partidos polí­ticos, como entes de derecho público dotados de personalidad jurí­dica. Estas normas cuyo continente es la Ley de Partidos Polí­ticos ?Decreto 1-85 de la Asamblea Nacional Constituyente? pretendieron fortalecer a los partidos polí­ticos con un nuevo diseño estructural, para que cumplieran idóneamente con su papel vinculante con las demandas de la población.

No podemos negar que a partir de 1984 en que se eligieron diputados a la Asamblea Nacional Constituyente, todas las elecciones han sido transparentes y confiables, y que el fantasma del fraude ya no merodea en los procesos electorales. Sin embargo, los gobernantes electos y sus partidos han defraudado a los guatemaltecos, porque o han sido corruptos y demagogos, o han sido prepotentes y protectores de la clase oligarca que los empujó al poder, por lo que han causado desencanto, decepción y rechazo en la ciudadaní­a cada vez que ofrecen responder a sus demandas y atender sus necesidades, y nada.

En las elecciones del domingo 9, el padrón electoral contó con 5,990,029 ciudadanos inscritos, de los que se abstuvieron de votar 2,368,141, y fueron nulos 208,260, más 132,983 votos en blanco. En la elección de diputados de lista nacional el porcentaje de votos nulos fue de 6.74 y 5.87% fueron votos en blanco.

Estos guarismos representan el rechazo y repudio a la clase polí­tica que vive su peor crisis de desprestigio, y ahora quieren tapar el sol con un dedo al pretender que se revisen los votos nulos. Pretensión ilegal (debieron impugnar en las JRV) y atentatoria a la pureza de las votaciones. No creo que tribunal alguno se atreva a atender la solicitud de los polí­ticos.

Las preguntas de rigor: ¿Será representativa nuestra democracia? ¿Serán gobiernos representativos y legí­timos? No obstante, las elecciones tuvieron un alto coste y hubo la llamada descentralización.