democracia en el idioma kaqchikel?


Julio Donis, Sociólogo.

El concepto de democracia no tiene una interpretación exacta en kaqchikel como tampoco lo hay en varios de los principales idiomas de la cultura indí­gena, a decir el k’iche’, mam o el q’eqchi’. Las significancias más cercanas están entre pueblo e igualdad.


Esta aseveración encierra un drama detrás de la misma y denota nada más y nada menos, que la realidad de una superposición o imposición de una lógica dirí­amos más occidental, sobre una propia u originaria de este paí­s.

De lo que escribo en este artí­culo es de la convivencia de la que son sujetos guatemaltecos indí­genas y ladinos, tratando de conciliar dos imaginarios sociales y polí­ticos construidos de distinta forma, que se derivan de procesos históricos diferenciados en un mismo ámbito geográfico.

Especí­ficamente sobre la forma en que se ve y se asume la polí­tica desde el mundo ladino, fundamentado por ejemplo en el origen griego de conceptos como democracia y polí­tica; y sobre la forma como se asume el poder y la participación en la población indí­gena, normado por formas propias de autoridad, construidas socialmente en el tiempo.

Es un hecho que Guatemala, siendo un paí­s con una realidad multicultural, está llamado a retos y dilemas más fuertes de establecer puentes interculturales que el de sociedades más homogéneas, esto no ha sido extraño al mundo de la polí­tica. A continuación describiré de forma analí­tica, conceptos y formas diferenciadas referentes a la polí­tica, a pesar de que ese mismo concepto no necesariamente se entiende de la misma forma en los dos ámbitos, es decir el ladino (asumiéndolo como occidentalizado) y el indí­gena (como el originario). Esto tiene una relevancia práctica al relacionarla con la polí­tica electoral, que como se verá más adelante, no es lo mismo emprender una campaña en el Departamento de Guatemala, que en el Departamento de k’iche’, y no lo menciono por el sentido centralista que es obvio, sino por las diferencias culturales y los retos que esto impone para un partido polí­tico.

Antes de entrar en la profundidad del tema, hay que indicar que ha habido esfuerzos lingí¼í­sticos, desde la academia principalmente, de encontrar formas y mecanismos que faciliten la comprensión de los idiomas, y por lo tanto de los pueblos. Además hay que indicar que existe el Convenio 169 y el Decreto Legislativo No. 19-2003 Ley de Idiomas Nacionales, que promueven el reconocimiento y preservación de idiomas indí­genas. De tal cuenta una de las iniciativas ha sido la creación y asimilación de neologismos para el mejor entendimiento, con efectos prácticos para la jurisprudencia por ejemplo. Esto se resume en esfuerzos serios de diseño y elaboración de diccionarios de idiomas indí­genas y castellano.

El drama de las diferencias

Dicho eso, paso a exponer el drama de las diferencias y algunas confluencias identificadas a partir de una entrevista con el amigo Demetrio Cojtí­, reconocido académico: para el mundo ladino religión y polí­tica están separados como producto de un proceso de separación de poderes. En el ámbito indí­gena, la forma espiritual de la cosmovisión, incorpora y permea las formas de autoridad y poder.

En el mundo occidental de la polí­tica partidaria, el acceso a espacios de poder se obtiene sobre un reconocimiento de recursos materiales, y en el mejor de los casos, sobre reconocimientos académicos y profesionales; dicho más lapidariamente por dinero y tí­tulos. Para el mundo indí­gena es relevante la honorabilidad obtenida por prácticas como el servicio a la comunidad, en una suerte de meritocracia.

Sobre los tiempos en la polí­tica. Es claro que los perí­odos de 4 años para la presidencia marcan ritmos y lógicas de competencia por el poder. En cambio para la concepción de muchos pueblos indí­genas, la calidad de señor principal, presenta una dificultad de acceso, pero cuando se obtiene es vitalicia.

Paso a una similitud. La práctica de las consultas comunitarias denotan mecanismos que se reconocen en las dos realidades, y que tiene utilidades y beneficios prácticos para ambas, sobre todo en lo local.

Efectos prácticos para la campaña electoral.

Sobre la diferenciación anterior hay implicaciones prácticas para coyunturas tan importantes como la actual campaña electoral, que se puede traducir en barreras a la participación polí­tica de la población indí­gena, pero que denota también retos para los partidos a la hora de difundir su mensaje. Hay que decir, sin embargo, que aquellas diferencias planteadas arriba no tienen que revertirse necesariamente, son así­ y el reto para una sociedad es que sepa respetarlas y asimilarlas. Entonces, por ejemplo, el hecho de que la campaña electoral se desarrolle principalmente en castellano, limita la amplia participación; la tradición de la palabra empeñada, como forma de compromiso, contra la práctica de regalos de los partidos por el voto (láminas, fertilizante, gorras, machetes, celulares, etc) corrompe dicha forma de relacionamiento; por otro lado, la campaña electoral se desarrolla especialmente en el ámbito central de la capital, sobre la misma lógica centralista de los partidos.

Entonces, dí­game usted, cómo aspira un partido a ganar votos si para empezar hay diferenciación en la apreciación del concepto de democracia, y ya no digamos en cosas como la significancia de los colores. Obviamente el camino no puede pasar por uniformizar el discurso y la estética electoral, pero tampoco se puede asumir que todos entendemos la realidad por igual, porque además las oportunidades no se dan en condiciones de igualdad para todos sino de inequidad extrema, así­ de difí­cil la tiene cualquier partido porque así­ de compleja es Guatemala.