A pesar que durante este año hubo un descenso en las muertes violentas y que constantemente se registraron capturas de integrantes de estructuras delictivas y se evidenció la intención de abrir canales de denuncia,
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La población aún no percibe esos cambios y no logra confiar plenamente en las autoridades, mientras que otros problemas como las masacres y crímenes con saña, cometidos por bandas del crimen y la delincuencia organizada, recrudecieron.
En el primer trimestre del año se evidenció una baja significativa en los homicidios y muertes violentas, principalmente en la capital, donde se concentraba el mayor número de crímenes.
La prevención del delito, a través del despliegue de las fuerzas de seguridad, logró “estabilizar” la situación, lo cual repercutió en que de 10 mil 723 necropsias realizadas hasta el 9 de diciembre, 4 mil 500 fueran por muertes violentas, según el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), un número menor en comparación con el año anterior.
La implementación de las Fuerzas de Tarea, dedicadas a combatir asesinatos, extorsiones, robos, femicidios y secuestros, creadas el 16 de enero pasado, permitió la desarticulación de varias estructuras delictivas dirigidas desde la cárcel.
Las Fuerzas de Tarea del Ministerio de Gobernación (Mingob) trabajaron en coordinación con las diferentes unidades de investigación de la División Especializada en Investigación Criminal (Deic), que usualmente combaten estos hechos. Básicamente lo que se hizo fue colocar a un responsable de la Cartera del Interior para que supervisara el trabajo de los investigadores.
Aunque con menos éxito, pero con la intención de retomar las zonas rojas, se crearon a partir de septiembre las fuerzas de tarea territoriales, encargadas de preservar la seguridad en las diferentes colonias de las zonas 18, 7 y Villa Nueva, estas fueron denominadas Maya y Kaminal.
En el Sistema Penitenciario (SP), la corrupción y permisión continuó sin mostrar cambios significativos, pues desde allí se continuaron planificando ilícitos. La situación se evidenció el pasado 19 de noviembre, cuando ocurrió un motín en la cárcel de Fraijanes I y desde donde los presos demostraron que podían usar objetos ilegales –celulares sofisticados– sin ningún recato.
SIN PERCIBIR CAMBIOS
Según un informe presentado recientemente por Central American Business Intelligence (CABI), aunque la tendencia a la baja de homicidios podría repercutir en un 13 por ciento en comparación con el año anterior, la población no logra percibir los avances en seguridad.
Las masacres recientes, ocurridas el 30 de noviembre, donde murieron cinco personas en la zona 1; la suscitada el 22 de noviembre donde murieron siete guardaespaldas del presunto narcotraficante Jairo Orellana en la zona 15; así como la masacre del 9 de octubre en Villa Canales, donde murieron siete personas, entre ellas un niño y una bebé, son algunos casos puntuales.
Cuando la situación parece establecerse, crímenes de este tipo provocan que los guatemaltecos vuelvan a desconfiar en el sistema de seguridad y justicia.
Pero las masacres son solo uno de los tantos hechos que generan horror, porque también se pueden mencionar las decapitaciones recientes ocurridas en Sanarate, el pasado 13 de diciembre, y los guardias del SP carbonizados el 5 de noviembre pasado en Petén.
La preocupación y percepción negativa de la seguridad es aún fuerte, cuando los ciudadanos son testigos de crímenes atroces como los anteriormente descritos, y junto con ello, no se logra restablecer la tranquilidad por actos vandálicos como el constante robo de celulares, asaltos a usuarios del transporte público y transeúntes, atracos a residencias y afuera de las agencias bancarias, así como violaciones sexuales, pareciera que los avances son insuficientes.
ANTECEDENTES DE LA CRIMINALIDAD
El Estado, a través del Ministerio de Gobernación (Mingob), ha informado en reiteradas ocasiones que trabaja por mejorar las condiciones de seguridad del país, e indican que los cambios no pueden ser de la noche a la mañana, cuando por muchos años se permitió el fortalecimiento de los actores de la criminalidad.
Las estrategias delictivas para extorsionar, asesinar, robar, han evolucionado de diferentes formas, aunado a la capacidad de organización de las diferentes bandas que lograron empoderar sus acciones ilícitas.
La circulación y arrendamiento de armas de fuego no lícitas, así como los delitos graves cometidos por las bandas del narcotráfico y pandillas, son flagelos latentes, que se han enraizado en el país y fortalecido de la corrupción y pasividad de las autoridades.