No cabe la menor duda que la credibilidad en un gobierno es algo que se gana a pulso y que produce extraordinarios resultados y, en sentido contrario, la falta de credibilidad resulta fatal para las autoridades que pierden la confianza de los gobernados. Durante la gestión del anterior ministro de Gobernación, Salvador Gándara, encumbrado a ese puesto aparentemente por la influencia de la esposa del Presidente y a cuyos programas sociales el funcionario trasladó millones de quetzales del presupuesto para seguridad, fue célebre la declaración del ministro que afirmó de manera tajante que todos los asesinatos de pilotos eran obra de un pandillero conocido como el Smiley.
ocmarroq@lahora.com.gt
Ahora, cuando el actual titular de la cartera afirma que los ataques coordinados que ayer sufrió personal del Sistema Penitenciario con el saldo trágico de cuatro personas muertas, es obra de otro pandillero que es conocido en el bajo mundo como el Diabólico, no puede uno dejar de pensar en el otro caso porque nuevamente se lanza al viento una afirmación que a ojos de la población carece de fundamento y que pretende dar respuesta a las serias interrogantes que surgen respecto a la capacidad del Gobierno para enfrentar a la delincuencia.
La credibilidad es ese valor extraordinario que se gana simplemente enfrentando los hechos y diciendo siempre la verdad, cueste lo que cueste y con los efectos negativos que pueda tener. Pero en el gobierno actual es evidente que no les gusta nada que los deje en evidencia y que sirva para cuestionar su capacidad administrativa en la gestión pública y de esa cuenta hemos visto cómo se maquillan las estadísticas de forma tal que no dejen mal parada la labor del Gobierno y hasta se sanciona al empleado o funcionario que tiene la osadía de llamar a las cosas por su nombre, como pasó con el pediatra castigado en Jalapa por atreverse a señalar la existencia de casos de niños muertos por hambre.
En política cuentan muchísimo las percepciones y éstas tienen íntima relación con la credibilidad, puesto que en la medida en que un gobierno se muestra honesto y franco en el manejo de la información, puede asegurarse que habrá una percepción positiva aun en las circunstancias más difíciles. Pero, por el contrario, si no se trabaja para cimentar la credibilidad, el resultado es que aun en las circunstancias más favorables y positivas, surgirá la duda entre la población porque ya está sembrada la desconfianza en cuanto al manejo de los datos y la información.
Por supuesto que tanto Smiley como el Diabólico son, evidentemente, antisociales peligrosos y con capacidad de hacer daño de muchas formas, pero ya con el primero se cuestionaba que un pandillero, por desalmado que fuera, tuviera la capacidad de poner literalmente de rodillas a toda la estructura misma de las fuerzas de seguridad. Y ahora resulta que desde el interior mismo de las prisiones, se pueden propinar golpes tan terribles y duros, que demuestran mayor labor de inteligencia de la que puede presumir el mismo Gobierno, a personal del sistema penitenciario del país.
Porque para que los pandilleros puedan operar coordinadamente como sucedió ayer, y conozcan al detalle los movimientos de personal en tan distintos puntos del país, tendríamos que reconocerles enorme capacidad y hasta que, a diferencia del eslogan de campaña, la violencia sí que tiene inteligencia.