Agradezco los mensajes de apoyo recibidos por lo que escribí en mi columna del pasado martes 13, titulada ¡La paciencia tiene límite!, en la que al final expuse la necesidad urgente de tomar conciencia que la negligencia, incapacidad o corrupción de nuestras autoridades nos han llevado a estar hoy de rodillas ante la delincuencia. Esta misma semana, el doctor Carlos Castresana, en entrevista publicada por el matutino Prensa Libre, advirtió que derrumbar la poderosísima estructura clandestina que instituyó el ex presidente Alfonso Portillo lleva treinta años de estar montada. Siendo optimista, no cree que en menos de diez años la fiscalía pueda traérsela al suelo.
Así están las cosas. Entonces, es hora de dejar de ser ilusos y poner los pies sobre la tierra. Si la población pensante no toma cartas en el asunto para pasar a ser protagonistas en vez de víctimas, lo más seguro es que no sean diez, sino veinte o cien los años los que tendríamos que esperar para acabar con la impunidad y corrupción montada solo por uno de nuestros más nefastos personajes de la política y… ¿la demás instaurada por jueces, fiscales, policías, ministros, diputados, etc. etc.?, ¿acaso no es prueba evidente de la situación, el desparpajo del actual Fiscal General para ser reelecto, menospreciando las cifras dadas por el doctor Castresana reduciéndolas, sin sustentación alguna, del 99.75% al 75%, como si éste índice fuera una maravilla?
Por otro lado, ¿no está a la vista que mientras la delincuencia ha sentado sus reales en el país, nuestras autoridades siguen haciendo lo mismo de siempre, desde demostrar una incapacidad intolerable, rebuscando excusas para rebatir claros y contundentes señalamientos, hasta que la corrupción tranquilamente siga campeando en las fuerzas policiales, como que los «negocios» gubernamentales siguen viento en popa por montos multimillonarios y finalmente, la Contraloría General de Cuentas continúe tan tranquila como desde el principio?
No nos perdamos. La politiquería tiene rato de haber sentado sus reales en Guatemala. De ahí, que las mentiras expuestas en sus campañas electorales para combatir la delincuencia de los predecesores del actual régimen quedaron en evidencia, pero viendo Colom que la estrategia funcionaba decidió seguir el mal ejemplo al punto, que sus prometidos «cien días» no fueron efectivos, mucho menos los subsiguientes años. Es tiempo entonces para tomar conciencia que el escenario que tenemos enfrente no va a ser desmontado hasta que la casta política y sus comparsas no sientan la decisión firme, enérgica y contundente de la población para que la situación cambie y radicalmente. Con un pueblo timorato, acomodaticio a las circunstancias, sentado a la orilla de la banqueta solo viendo pasar el desfile, seguramente la prensa tendrá que seguir denunciando y llenando con ello sus ediciones. De corolario, sus periodistas corriendo el riesgo de ser eliminados por hablar con la verdad.