¡Dejémonos de babosadas!


Es en el más claro lenguaje vernáculo chapí­n. Es la expresión popular quizá más común para expresar la necesidad de ser absolutamente claro, desprendiéndose de cualquier argumento falaz. De que no es necesario «andarse por las ramas», sino ser e ir directo, sin ambages. Y creo que nos hace falta a los guatemaltecos, llegar a ese punto en que es necesario llamar las cosas por su nombre.

Carlos E. Wer

Y éste es, precisamente el caso. Para ello tendremos que recordar lo que ha sucedido en el pasado reciente. Hechos que han quedado escritos. Hechos de los cuales existen documentos y que solamente la mala memoria harí­a posible que no se recordaran. Empecemos por el caso del narcotráfico. Hagamos historia. Recordemos, que a pesar de que siempre ha existido su uso, es solamente en tiempos recientes que éste se ha extendido masivamente. Y para ello, escogieron al paí­s que por representar el hegemón, era necesario destruir. Con el paí­s que amenazaba con erigirse en un imperio de tal poder, que llevarí­a, quizá centurias presenciar su ocaso. Una repetición de las «Guerras del Opio» que destruyeran moralmente a China y que fueron conducidas por quienes aún hoy, manejan el negocio del opio.

Y en los Estados Unidos, luego de la invasión del crack en las calles de California, que se extendieran por todo el territorio de ese paí­s, es el propio Congreso de la Nación quien nombra una comisión que llevarí­a el nombre del que fuera posteriormente candidato presidencial, para presidirla, el Senador John Kerry. Comisión que al final de cuentas abre cinco juicios de acusación penal en el Tribunal Federal de los Estados Unidos de América, en el distrito de Columbia, contra George Herbert, Walter Bush, Donald P. Gregg, Félix Rodrí­guez, Oliver L. North, Richard V. Secord, Robert W. Owen, John Hull, Adolfo Calero, Juan Norwin Meneses Cantarero, Oscar Danilo Blandón Reyes y William F. Weld acusados de a) Asociación delictuosa b) Conspiración para importar estupefacientes c) Empresa delictuosa continua c) Jefatura de una banda narcotraficante d) Conspiración para estorbar la administración de justicia y e) Conspiración para estorbar las funciones del Congreso.

Más tarde, también publicadas, saldrí­an en periódicos alrededor del mundo las fotografí­as en las que se mostraba al presidente de la Bolsa de Valores de Nueva York Richard Grasso y al propietario de American Online, Kinsley en plenas selvas colombianas entrevistándose en amigable abrazo con Raúl Reyes. Los verdaderos y poderosos canales de la distribución geopolí­tica de la droga llegan lejos, muy lejos hasta las testas coronadas de una conocida pérfida nación insular. Pasando eso sí­ por «la Calle del Muro» neoyorquino que representa los intereses de la enorme oligarquí­a mundial. La misma que llevara a cabo las Guerras del Opio.

Por lo consiguiente, aquí­ en nuestra pequeña Guatemala «Dejémonos de babosadas» el liliputiense caso que nos conmueve actualmente, es parte del juego. Si no, preguntémonos solamente, ¿quién ordenó como parte del proyecto de «modernización» de las Fuerzas Armadas el agujero negro entre Izabal y la frontera con México?

Es el interés de «enbushacarnos» en el Plan Mérida. El mismo plan que el Congreso estadounidense creara para el hermano paí­s sudamericano y que bautizaran con el nombre de Plan Colombia, convertido a las necesidades del área méxico-centroamericana. El mismo que el presidente Uribe viniera a «recomendarnos» en su visita a nuestro paí­s. El mismo que permita la gradual presencia de mayores contingentes de tropas estadounidenses para «ayudarnos en el combate al narcotráfico y al terrorismo».

Y aquí­, encontramos otras de las «pinzas» de su geopolí­tica para nuestro paí­s. El encargado en este caso de «aclarar» que entiende el Comando Sur (y lógicamente los lineamientos del fascismo en el poder en el hermano paí­s), por terrorismo. El entorchado Comandante deja claro su punto de vista al definir que el terrorismo también tiene una gama de expresiones, siendo una de ellas el «terrorismo emergente». Y en él, se encarga de meter a todos aquellos grupos que «utilizando movimientos sociales de protesta», los convierten en verdaderos terroristas. Y nosotros en Guatemala, incluyendo los organismos de seguridad y defensa, caemos en la trampa de los verdaderos intereses tras esa polí­tica, repitiendo lo que las instrucciones llegadas de quienes se encargan de diseñarnos nuestros programas en esas áreas.

Y lógicamente caerán en esa clasificación tendenciosa que aunará a la respuesta de «apoyo» a su combate, todas aquellas organizaciones que se opongan a la construcción de presas particulares. Aquellos que se opongan a la construcción de una empresa cementera. Aquellos que como justo clamor tengan la osada pretensión de ser propietarios de tierras para trabajar. Y allí­ ubicarán a quienes se oponen a la minerí­a a cielo abierto. Y allí­ nos ubicarán a quienes nos oponemos al «Plan Mérida». Y allí­, estaremos clasificados todos aquellos que nos oponemos al imperio en su pretensión de mantenernos en la posición de su «patio trasero».