Definitivamente, otro sistema


«La mayor desigualdad refleja las fallas del sistema fiscal»

Informe de Desarrollo Humano del PNUD

El actual sistema económico, basado en la acumulación excesiva del capital en pocas manos a expensas de la explotación de millones de hombres y mujeres que no tienen más que su fuerza de trabajo como mercancí­a para vender en el mercado ha demostrado estar agotado. Lo del derrame luego del crecimiento económico, lo del mayor ingreso para todos los bolsillos en tiempos de bonanza, ya demostró ser puros cuentos.

Ricardo Ernesto Marroquí­n

Este modelo, apoyado con empecinamiento por «libertarios» a través de sus columnas de opinión y sus «tanques de pensamiento», sigue condenando a la pobreza y pobreza extrema a la mayorí­a de la población guatemalteca. Sistemáticamente, se oponen al incremento del salario mí­nimo para que los sueldos alcancen, por lo menos, a la canasta básica que, a decir verdad, no garantiza ni una vida digna ni un desarrollo integral para nadie.

Así­, las pocas familias que pertenecen a la élite económica del paí­s han logrado acumular sumas incalculables de dinero en sus cuentas bancarias a expensas del debilitamiento del Estado y de sistemas deficientes de distribución de la riqueza.

Nos dicen que adoptemos sus valores, que ovaciones los golpes de suerte que permite el sistema para unos cuantos; nos obligan a aplaudir y reproducir esta realidad tan desigual y nos tratan de convencer para considerar esta situación tan injusta como «natural».

Lavan sus culpas con actos de caridad; tan caretas son, que proponen campañas de recolección de ví­veres para las familias que viven en el Corredor Seco mientras condenan la creación del código agrario y la aprobación de la iniciativa de la Ley de Desarrollo Rural Integral «porque incentiva la expropiación de tierras y ahuyenta la inversión».

Luego, cuando se presentan los peores indicadores de vida y las peores estadí­sticas sobre pobreza y acceso a servicios sociales que confirman la brecha tan enorme que existe entre pobres y ricos, culpan al Gobierno de no garantizar el desarrollo para toda la población. Y claro, Colom y sus polí­ticas económicas no pueden calificarse de otra manera que «sosas», pero vaya si nuestra élite económica no es responsable de tanta pobreza.

Al oponerse a todos los mecanismos de una distribución más equitativa y justa de la riqueza producida, como una polí­tica fiscal progresiva, el incremento de los salarios y el fortalecimiento del Estado, nuestros ricos no hacen más que garantizarse unos años más de bienestar y comodidad.

Pero la paciencia de los «sin tierra» y «sin techo» se acaba, así­ como la de los «sin salud» y «sin educación», y todos los «sin» -que resultan ser los mismos-, hombres y mujeres que sobreviven -y no viven-, por las consecuencias del egoí­smo de unos cuantos que se niegan a garantizar una vida digna para toda la población.

Para revertir esta situación se necesita de un Estado fuerte, y quienes nos oponemos a la privatización de los servicios públicos y de las polí­ticas neoliberales -que convierten los derechos en mercancí­as y a los ciudadanos en consumidores-, insistimos en que para lograr un sistema económica menos desigual, es necesaria la aprobación de una Reforma Fiscal progresiva, acorde a lo establecido en los Acuerdos de Paz y el Pacto Fiscal.

Si bien es cierto que es necesario un gasto público más transparente y eficiente y un manejo eficiente del Presupuesto Nacional, la corrupción no es excusa suficiente para negarse a discutir de una manera seria el tema del sistema fiscal en nuestro paí­s.

De nada sirven los reportes del crecimiento económico en años anteriores y de los leves impactos de la crisis económica financiera mundial sobre las cuentas del paí­s, cuando la riqueza sigue concentrándose en pocas manos.

El crecimiento económico no es la meta, sino el desarrollo humano, y esto sólo puede lograrse con la implementación de polí­ticas que garanticen una equitativa y justa distribución de la riqueza.