Decisiones erróneas


El tí­tulo de esta columna podrí­a referirse a una buena cantidad de desaciertos que solemos cometer los humanos. Un rápido recuento recaerá sí­ en algunos de ellos. Abordarlos todos no darí­a espacio ni la edición completa y entonces otro gran desacierto. Una caracterí­stica externa de nuestros particulares errores, es que cuando los cometemos influimos negativamente en la vida de otros. Si quien se equivoca arrastra con su yerro a complicar el desenvolvimiento de varios colectivos, la equivocación se hace aún mayor.

Walter Guillermo del Cid Ramí­rez
wdelcid@intelnet.net.gt

A un año del asesinato-suicidio de Rodrigo Rosenberg, quienes estarán dispuestos a reconocerse a sí­ mismos con coautores de haber sido ví­ctimas de sus propias ansiedades golpistas con su respectiva dosis de antidemocráticos. La decisión de inducir a «vestirse de blanco» para protestar, mediante la legí­tima aspiración de solicitar el cese de la impunidad, se tornó a la luz de lo revelado en enero pasado, en una manipulación tendenciosa y oportunista. Y varios cayeron en la urdida trama para deslegitimar. Que hace falta develar más aspectos. Seguro. Pero de aquel heroí­smo de entonces poco o nada queda.

A tan solo dí­as de completarse el perí­odo para el desempeño del importante cargo de Jefe del Ministerio Público y Fiscal General, vemos de nuevo, cómo la judicialización de los procedimientos ha provocado más vací­os e incertidumbres. Y es que la arrogancia de una dudosa representatividad, hoy como ayer, en la Defensa Pública Penal, ponen en vilo la institucionalidad y con ello se desgrana aún más lo poco que se haya podido construir en el lapso inmediato anterior. La búsqueda de utópicas purezas profesionales, arrastra a nuestra sociedad hacia laberintos mucho más complejos. Al final contradicen, dados los resultados, las motivaciones que impulsaron esas conductas. El proceder de unos cuantos arrastra a varias colectividades de manera simultánea.

Otro yerro «en construcción». La necesidad de hacer exclusiva la ví­a de paso de las unidades del transporte colectivo que habrán de transitar sobre la sexta y séptimas avenidas de la zona 9 capitalina. La colocación de ribetes para delimitar el carril de paso de los buses se está convirtiendo en un absurdo obstáculo que ya está generando un problema mayor que la pretendida solución que se implementa. Resulta que ahora, a pesar del ancho de la ví­a NO hay ví­a para cruzarse hacia la derecha si no se hace en la esquina que lo permita. Esta necesidad hará que las interconexiones se congestionen innecesariamente.

En la toma de decisiones de esta naturaleza, en la municipalidad ha privado la simplista visión del que no es usuario del área que se pretende ordenar. Los desaciertos de la administración edil en este campo: el tránsito vehicular, son múltiples. Pero ahora resalto éste pues aún se está a tiempo de impedir un gasto innecesario. La saturación de vehí­culos y los eventuales daños que se les pueda causar serán de responsabilidad total de quien está impulsando esta medida y de la autoridad que la aprueba. El primer colapso vial se verá el próximo viernes. La solución puede ser una señalización que implique un complejo proceso de educación vial que permita la exclusividad, pero sin las dificultades derivadas del obstáculo interpuesto sobre la transitada ví­a.

No es lo mismo colocar ribetes en la Calzada Aguilar Batres donde los cruces quedan hacia un solo sentido, que colocarlos en una arteria cuya necesidad de desplazamiento en el sentido occidente-oriente es vital para garantizar la fluidez del paso de los automotores, pues por la densidad de los vehí­culos no es posible hacerlo únicamente en los cruces. Decisiones erróneas, decisiones que arrastran a hacer más problemática la existencia de otros. Decisiones erróneas que algunas, ya no tienen vuelta atrás, pero otras nos debieran impulsar a una concienzuda reflexión para no hacer más complicada nuestra convivencia. Tanto en lo jurí­dico-normativo, como en el simple desplazamiento por nuestras principales avenidas.