La inesperada decisión de General Motors de renunciar a vender su marca alemana Opel provocó críticas y sorpresa en Europa, donde los 50.000 trabajadores del grupo temen por su futuro.
Los sindicatos fueron, en particular, los que manifestaron su inquietud por el destino de los casi 50.000 trabajadores europeos de General Motors, la mitad de ellos en cuatro plantas alemanas.
GM aún no ha dado a conocer sus intenciones pero evaluó en 3.000 millones de euros el costo de la reestructuración que ha previsto.
«La próxima etapa para General Motors será el chantaje a los gobiernos y a los trabajadores europeos para financiar su plan de restructuración que no es viable», reaccionó este miércoles el presidente del comité de empresa de Opel, Klaus Franz.
«Los representantes de los trabajadores no van a permitir esto y van a acudir a sus gobiernos», advirtió.
Los trabajadores han organizado manifestaciones en las plantas alemanas el jueves y un movilización europea a partir del viernes, «para mostrar al consejo de administración de GM lo que piensan de su decisión», declaró Armin Schild, representante del poderoso sindicato alemán IG Metall ante el consejo de vigilancia de Opel.
Este sindicato, que el martes había concluído un acuerdo sobre concesiones salariales en la perspectiva de la compra por el grupo Magna, consideró el miércoles que éstas ya no tenían validez.
El presidente de IG Metall, Berthold Huber, estimó «difícil de imaginar que GM pueda encontrar la vía de una solución durable» después, según él, «de años de errores de gestión de GM que pusieron a Opel en una situación difícil».
Por su parte, los responsables políticos alemanes – desde el gobierno federal hasta los estados – reaccionaron airadamente.
«La conducta de General Motors es absolutamente inaceptable», en particular «respecto a los trabajadores a ocho semanas de Navidad», consideró el ministro federal de la Economía Rainer Brí¼derle.
Ahora, el gobierno alemán quiere recuperar un crédito de 1.500 millones de euros acordado a GM para mantener a flote Opel.
Fuera de Alemania, los gobierno británico, donde GM Europa produce bajo la marca Vauxhall, y el de la región belga de Flandes parecían mucho más moderados.
Ambos no excluyeron una participación financiera en el plan de restructuración de Opel versión General Motors.
En algunas capitales europeas se sospechaba que Berlín habría designado a Magna para tomar el control de Opel pues sería más favorable a las plantas alemanas.
El viceprimer ministro ruso Alexander Zhukov no manifestó reacción mayor por la súbita decisión de GM, estimando que su país tenía «tantos problemas con su propia industra automotriz que su principal preocupación era la de apoyarla».
Ahora, son «imaginables» el cierre de plantas en Bochum (4.800 trabajadores), Kaiserlautern (3.300 trabajadores), y Eisenach (1.650 trabajadores), así como también en Amberes, en Bélgica, y en Ellesmere Port (Reino Unido), estimó Ferdinand Dudenhí¶ffer, especialista del automóvil en la universidad de Duisburgo.
Amparándose en que el contexto de los negocios en Europa había «mejorado», en una mejor «salud financiera» y en la «importancia de Opel/Vauxhall» para su estrategia internacional, General Motors explicó que finalmente había decidido mantener a Opel, después de meses de negociaciones para su venta con el grupo canadiense Magna, asociado al ruso Sberbank.